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¿Mejor vino, mejor empleo?: Desafíos económicos y laborales en la cadena de suministro del vino en Chile
"El concepto de “cadena de suministro” ayuda a entender los desafíos de esta industria, dado que implica considerar no tan solo la dinámica de las viñas exportadoras, sino también los proveedores de insumos, así como la logística y los mercados de exportación", destaca Gerhard Reinecke, Especialista en Políticas de Empleo, en este artículo.
Por Gerhard Reinecke. Especialista en Políticas de Empleo, en la Oficina de la OIT para el Cono Sur de América Latina
En Chile, la producción y exportación del vino han tenido un auge relevante en las últimas décadas. En 2022, Chile se ubicó en el sexto lugar como productor de vino (4,8% de la producción mundial) y en el cuarto lugar como exportador, después de Italia, España y Francia. Sin embargo, esta industria tiene importantes desafíos, tanto coyunturales como estructurales y, de hecho, durante el primer semestre de 2023 se observó una disminución de las exportaciones en relación con el mismo semestre del año anterior.
El concepto de “cadena de suministro” ayuda a entender estos desafíos, dado que implica considerar no tan solo la dinámica de las viñas exportadoras, sino también los proveedores de insumos – especialmente uva para la vinificación – así como la logística y mecánica de los mercados de exportación.
En efecto, más allá de los desafíos dados por la coyuntura mundial y el impacto de la reciente pandemia por COVID-19, la industria vitivinícola chilena también enfrenta importantes retos estructurales. En primer lugar, si bien los volúmenes y valores de exportación chilenos han experimentado un fuerte aumento, el precio promedio del vino exportado ha bajado desde el inicio del boom exportador y se ha mantenido debajo del promedio internacional durante las últimas décadas, sin avances durante todo el período 1999-2022.
En segundo lugar, el desarrollo dinámico de las grandes viñas ha coincidido con un estancamiento en los eslabones más débiles de la cadena, especialmente los pequeños productores de uva que apenas superan los costos de producción al vender a las grandes viñas. Este tema fue tratado también en un informe de la Fiscalía Nacional Económica, el cual describe una serie de antecedentes preocupantes sobre la relación entre los pequeños productores de uva y las viñas de mayor participación en el mercado.
En materia de empleo, se observan brechas entre un grupo estable de trabajadores en las grandes viñas y otro grupo de trabajadores en condiciones más precarias que pertenecen a empresas productoras de uva de menor tamaño. Los segmentos de la cadena más tecnificados y con mayor valor añadido generan más empleo de buena calidad. En los segmentos menos tecnificados, con productores de insumos de uva a menor escala, las formas precarias de trabajo persisten.
Incluso dentro del segmento del empleo formal (usando registros administrativos del Servicio de Impuestos Internos para el análisis), se constatan importantes brechas. En 2020, la remuneración anual promedio de las trabajadoras estaba en torno al 82% de la remuneración de los hombres. También se refleja en los datos la mayor precariedad en el empleo en las empresas productoras de uva, con remuneraciones promedio menores a dos tercios de las remuneraciones en las viñas (62% en 2020). Probablemente, la brecha sería aún mayor si se incorporara el empleo informal a las estadísticas.
Entre las estrategias de la industria para avanzar en estos desafíos, resulta clave no solo centrarse en la calidad de la uva, y en mejorar procesos, sino también poner una especial atención a la calidad del empleo a lo largo de toda la cadena de suministro, promoviendo la generación de trabajo decente tanto en las grandes empresas como en las de menor tamaño.
Esto se puede lograr con un conjunto de acciones, por ejemplo:
*Otra versión de este artículo fue publicado originalmente por WIP.CL
En Chile, la producción y exportación del vino han tenido un auge relevante en las últimas décadas. En 2022, Chile se ubicó en el sexto lugar como productor de vino (4,8% de la producción mundial) y en el cuarto lugar como exportador, después de Italia, España y Francia. Sin embargo, esta industria tiene importantes desafíos, tanto coyunturales como estructurales y, de hecho, durante el primer semestre de 2023 se observó una disminución de las exportaciones en relación con el mismo semestre del año anterior.
El concepto de “cadena de suministro” ayuda a entender estos desafíos, dado que implica considerar no tan solo la dinámica de las viñas exportadoras, sino también los proveedores de insumos – especialmente uva para la vinificación – así como la logística y mecánica de los mercados de exportación.
En efecto, más allá de los desafíos dados por la coyuntura mundial y el impacto de la reciente pandemia por COVID-19, la industria vitivinícola chilena también enfrenta importantes retos estructurales. En primer lugar, si bien los volúmenes y valores de exportación chilenos han experimentado un fuerte aumento, el precio promedio del vino exportado ha bajado desde el inicio del boom exportador y se ha mantenido debajo del promedio internacional durante las últimas décadas, sin avances durante todo el período 1999-2022.
En segundo lugar, el desarrollo dinámico de las grandes viñas ha coincidido con un estancamiento en los eslabones más débiles de la cadena, especialmente los pequeños productores de uva que apenas superan los costos de producción al vender a las grandes viñas. Este tema fue tratado también en un informe de la Fiscalía Nacional Económica, el cual describe una serie de antecedentes preocupantes sobre la relación entre los pequeños productores de uva y las viñas de mayor participación en el mercado.
En materia de empleo, se observan brechas entre un grupo estable de trabajadores en las grandes viñas y otro grupo de trabajadores en condiciones más precarias que pertenecen a empresas productoras de uva de menor tamaño. Los segmentos de la cadena más tecnificados y con mayor valor añadido generan más empleo de buena calidad. En los segmentos menos tecnificados, con productores de insumos de uva a menor escala, las formas precarias de trabajo persisten.
Incluso dentro del segmento del empleo formal (usando registros administrativos del Servicio de Impuestos Internos para el análisis), se constatan importantes brechas. En 2020, la remuneración anual promedio de las trabajadoras estaba en torno al 82% de la remuneración de los hombres. También se refleja en los datos la mayor precariedad en el empleo en las empresas productoras de uva, con remuneraciones promedio menores a dos tercios de las remuneraciones en las viñas (62% en 2020). Probablemente, la brecha sería aún mayor si se incorporara el empleo informal a las estadísticas.
Entre las estrategias de la industria para avanzar en estos desafíos, resulta clave no solo centrarse en la calidad de la uva, y en mejorar procesos, sino también poner una especial atención a la calidad del empleo a lo largo de toda la cadena de suministro, promoviendo la generación de trabajo decente tanto en las grandes empresas como en las de menor tamaño.
Esto se puede lograr con un conjunto de acciones, por ejemplo:
- Fomentando la responsabilidad de todas empresas, pero especialmente las líderes, por las condiciones de trabajo a lo largo de la cadena (“debida diligencia”). En este sentido, un proyecto piloto tripartito iniciado en 2021 por la Dirección del Trabajo y la OIT en el que participaron viñas de distintos tamaños y se consideraron los aspectos laborales de la cadena de proveedores, demostró el potencial de los conceptos de cadenas mundiales de suministro y de debida diligencia para mejorar el cumplimiento con la normativa laboral y las condiciones de trabajo. Así, por el lado de los inspectores de la Dirección del Trabajo se fortaleció la comprensión de la realidad económica y laboral de la industria del vino y se desarrollaron y aplicaron pautas para la fiscalización preventiva. Por el lado de las viñas, se avanzó en la creación de protocolos y otros instrumentos a ser implementados en relación con los derechos fundamentales, la libertad sindical y prevención del acoso y discriminación, tanto en sus operaciones directas como en la de sus proveedores y distribuidores a lo largo de la cadena. En el 2023, la Dirección del Trabajo, la OIT y las viñas retomaron esta iniciativa, poniendo esta vez el foco en el trabajo durante el período de la cosecha de la uva.
- Fiscalizar la correcta aplicación de la Ley de Subcontrataciones (2006) para evitar un auge de los “enganchadores” informales. El volumen de empleo en la cadena vitivinícola varía fuertemente por la necesidad de mano de obra adicional durante la cosecha. Estos empleos temporales a menudo suelen ser precarios, especialmente cuando se da a través de figuras triangulares de subcontratación. Previo a 2006, la regulación sobre el tema en Chile era débil y existían muchos enganchadores informales -intermediarios que reclutaban personas para la cosecha y otras labores temporales-, con lo cual los trabajadores tenían pocas opciones de acceso a sus derechos en caso de algún incumplimiento de los términos acordados. Con la Ley de Subcontratación de 2006, el suministro de mano de obra se encuentra mejor regulado. Se ha podido observar una tendencia hacia un funcionamiento más ordenado del trabajo temporal en modalidad de subcontratación y la emergencia de contratistas más formales y más cumplidores de la legislación. Actualmente, el desafío es mantener estos logros en el contexto de la llegada aún más masiva de mano de obra migrante y evitar un retorno, igualmente masivo, a la figura del enganchador informal.
- Valorizar y potenciar el lugar y el suelo específicos (“terroir”) y el patrimonio vitivinícola. Al pensar en una estrategia para el futuro de la cadena de suministro del vino chileno no necesariamente tiene que haber una estrategia única. De hecho, hay espacio para varios segmentos, orientados a mercados distintos. Por lo tanto, además de una estrategia de las viñas tradicionales para avanzar en los segmentos premium y aumentar el precio unitario promedio del vino exportado, el segmento emergente de los vinos patrimoniales de poca intervención mecánica y química debería tomar un rol central. En ambas estrategias, un precio promedio de venta más elevado en los mercados internacionales crearía espacio para que la atención incrementada a los terroirs y a la calidad de la uva también conlleve una especial atención a la calidad del empleo, tanto en las empresas grandes como en las de menor tamaño, y especialmente en la producción de uvas para vino.
*Otra versión de este artículo fue publicado originalmente por WIP.CL