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Recuperación con trabajo decente: principal desafío a un año del inicio de la pandemia

"El desafío es mayúsculo, requiere cambios de comportamiento a nivel personal y colectivo, en los que el diálogo social, la solidaridad y la empatía tendrán una relevancia significativa", señala el Director de OIT Cono Sur, Fabio Bertranou, en este nuevo artículo del Blog: "Reflexiones sobre el Trabajo".

Opinión | 18 de marzo de 2021
Por Fabio Bertranou, Director de la Oficina de la OIT para el Cono Sur de América Latina.

El 3 de marzo de 2020 se confirmó el primer caso de COVID-19 en Chile. A partir de este primer caso, el brote epidémico se expandió rápidamente hasta alcanzar las dieciséis regiones del país. Con el pasar de los días, América Latina completa se convirtió en el foco de la pandemia mundial, poniendo en riesgo los importantes avances alcanzados en las últimas tres décadas.

De acuerdo a la entrega más reciente del Observatorio de la OIT, en 2020 la cantidad de horas de trabajo a escala mundial se redujo en un 8,8%, equivalentes a 255 millones de empleos a tiempo completo, generando enormes efectos desigualadores, especialmente para jóvenes y mujeres.

Si bien en Chile la relativa buena posición fiscal y la construcción de instituciones y mecanismos para afrontar las crisis sirvieron para mitigar las pérdidas de ingresos laborales, la magnitud de la crisis, el alcance de estas instituciones y la velocidad de respuesta de otros mecanismos públicos y privados tuvieron limitaciones, llevando a que la emergencia alcanzara una dimensión sin precedentes.

Aún persiste la incertidumbre respecto al tiempo que se extenderá la crisis económica y sanitaria, sin embargo, a un año de su inicio, existen algunas certezas importantes.

En primer lugar, la organización de la producción y el trabajo continuarán cambiando sustancialmente, procesos que, sin duda, la COVID-19 aceleró. El considerable aumento del teletrabajo, por ejemplo, lo ha instaurado como una forma de organización laboral que ha llegado para quedarse; el trabajo por plataformas se convirtió en un servicio esencial, poniendo de relieve los desafíos de su regulación; las empresas aceleraron los procesos de digitalización y automatización incorporando a todos los niveles canales de comercio electrónico.

En este contexto, la política de empleo cobra un rol central. Cabe señalar que ella no se reduce solo a poner en funcionamiento una serie de incentivos para la contratación de trabajadores, también debe contemplar una visión sistémica en la que las medidas de aliento a la recuperación, la inversión pública y todas las otras iniciativas que tienen efectos directos e indirectos en el empleo deben ser parte de una matriz de políticas que permita materializar un efecto sensible tanto en la cantidad como la calidad de los puestos de trabajo recuperados, como de los nuevos que puedan generarse.

En tercer lugar, para que la reactivación productiva y del empleo pueda materializarse en forma segura y saludable, es necesario continuar priorizando, junto con la vacunación masiva, las políticas de seguridad y salud en el trabajo. Esto es lo que efectivamente nos permitirá ir recuperando más plenamente actividades en diversos sectores críticos para la inclusión y el desarrollo.

Tras este primer año, también ha quedado en evidencia la importancia del diálogo social. El diálogo en los sectores y en las empresas debe estar en el centro de las relaciones laborales y las estrategias productivas. Continuará siendo esencial fortalecer la capacidad y resiliencia de las organizaciones de empleadores y de trabajadores para que los acuerdos sociales permitan una recuperación sólida, duradera y con empleos de calidad. Esto también debe incluir las posibilidades de desarrollo local y una nueva visión del papel que puede y debe cumplir la economía del cuidado, no solo en su faceta de protección, sino también en las oportunidades que otorga para mayor y mejor empleo para las mujeres.

La economía y el mundo del trabajo pospandemia producirá un reposicionamiento de los países y las empresas transnacionales como también de las cadenas mundiales de suministro. Las empresas tendrán un importante desafío repensando su inserción en las cadenas de valor, su estrategia de innovación y la política de recursos humanos. La producción de servicios digitales transfronterizos o deslocalizados seguirá expandiéndose a nivel mundial.

Asimismo, todas las actividades productivas, educativas, de transporte, entre otras, pasarán por un proceso de readecuación, donde además tendremos que adaptar las modalidades de trabajo. El desafío es mayúsculo, requiere cambios de comportamiento a nivel personal y colectivo, en los que el diálogo social, la solidaridad y la empatía tendrán una relevancia significativa.

Como ha señalado el Director General de la OIT, Guy Ryder, nos enfrentamos a una disyuntiva entre una recuperación dispar y no sostenible, susceptible de agravar la crisis, y una recuperación centrada en las personas, que promueva el empleo, los ingresos y la protección social, así como los derechos de los trabajadores y el diálogo social. Este camino puede generar una recuperación duradera, pero para su logro, requiere del firme compromiso y convergencia de todos los actores del mundo de la producción y el trabajo.