Testimonio de niños

"Jacques": un ex miembro de pandilla

En el marco del Día mundial contra el trabajo infantil, el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la OIT se unió a “Le Nouvelliste”, el principal diario haitiano, para apoyar, a diez jóvenes periodistas, seleccionados por la asociación Enpak, quienes durante aproximadamente tres meses escribirán sobre las diferentes facetas del trabajo infantil en Haití. A partir del 12 de junio de 2014, los artículos se publicarán semanalmente en “Le Nouvelliste” y en el sitio web del IPEC.

Noticia | 16 de junio de 2014
Contacto: ipec@ilo.org
El período 2004-2014, se caracteriza por diez años de crisis política de grandes dimensiones en Haití, con consecuencias como el derrocamiento del Presidente Jean Bertrand Aristide. Durante este período turbulento, algunos líderes de las pandillas de delincuentes no han dudado en reclutar niños para llevar a cabo actividades ilícitas. Esta es la historia de Jacques (nombre modificado para preservar la identidad), un menor que dirigió una red de niños delincuentes durante cuatro años, en la zona de Croix-des-Bouquets.

Antes de 2004, yo era un niño normal, pero a partir de entonces, comencé a vivir experiencias que muchos otros niños jamás vivirán.”
En 2004, Jacques tenía nueve años y vivía en Croix-des-Bouquets con su madre desempleada y sus cuatro hermanos. Su padre los abandonó poco después de que Jacques naciera, la vida de esta familia de pocos recursos era difícil. Durante la crisis política, Jacques, el mayor de los hermanos decide unirse a una pandilla muy conocida en ese momento, “Réseau ti Elie”, para hacer frente a los problemas económicos por los que atravesaba su familia.

“Antes de 2004, yo era un niño normal, pero a partir de entonces, comencé a vivir experiencias que muchos otros niños jamás vivirán”, afirma Jacques con tristeza y contrariado. Su vida cambió un día que, como todas las tardes, estaba sentado en una acera.. Un hombre que pasaba en motocicleta perdió su pistola cerca de él. Sin pensárselo dos veces, Jacques se levantó y tomó el arma. Cuando el motociclista regresó a buscarla, el niño decidió devolvérsela. Como agradecimiento, el hombre le dio un billete de 50 gourdes y estrechándole la mano le dijo: “Bienvenido al club”. “Esas fueron las palabras con las que entré en ese mundo… ¡el mundo de las pandillas de delincuentes!”, recuerda este joven que ahora tiene 19 años y que jamás sonríe.

Desde ese día, Jacques se reunía con frecuencia con Ti Elie y los miembros de la pandilla, junto a un árbol del vecindario, que hacía las veces de cuartel para planificar sus actos de violencia. Jacques aprendió a utilizar armas y comenzó a beber y a drogarse. Su actividad en la red se intensificó y, por ello, abandonó la escuela y obtuvo rápidamente el cargo de “Comandante Timoun” (jefe de los niños), nombre similar al del jefe de la pandilla “Comandante Granmoun” (jefe de los adultos). “Ti Elie, jefe de la pandilla, murió. Lo consideraba mi padre, mi amigo, mi mentor. Me enseñó muchas cosas para garantizar mi seguridad, siempre me daba lo que necesitaba: dinero, comida, ropa y una pistola para protegerme”, recapitula el joven, de estatura inferior a un metro sesenta.



“Los niños son el motor de la red, además suelen pasar por inocentes ante la policía”

En 2006, Jacques comenzó a reclutar a otros niños de su comunidad. Ti Elie estaba muy satisfecho con el trabajo de su protegido, el gran número de niños fortalecía a la pandilla. Jacques recuerda las palabras que Ti Elie repetía con frecuencia: “Los niños son el motor de la red, además suelen pasar por inocentes ante la policía”. La pandilla se convirtió en la nueva familia de Jacques, todas las noches salía con ellos, sin olvidar su fusil, para “apaciguar” el barrio. El día seguía su curso, el “Comandante Timoun” y su equipo se encargaban de reabastecer con droga a los vendedores y de llevar las armas en las manifestaciones o durante la preparación de los robos a mano armada y los secuestros.

Con su “nueva familia”, Jacques no le temía a nadie en el vecindario, niño o adulto. Un niño de la localidad, víctima de las andanzas de Jacques en esa época, afirma: “Tenía más miedo de las reacciones del Comandante Timoun que de las del Comandante Granmoun. Los niños armados son mucho más peligrosos que los adultos”.

Rescatado por un agente de policía

A los 12 años, el joven Comandante Timoun conoció a Alain (nombre modificado para preservar la identidad), un agente del Grupo de Intervención y Mantenimiento del Orden (CIMO) de la policía, que vivía en la comunidad. Todos los días, Alain lo invitaba a su casa, para hablar de fútbol y jugar dominó. Aprovechó para hacerle preguntas sobre su familia, sus estudios y sus sueños. A diferencia de sus compañeros de la pandilla, este nuevo amigo estaba interesado en su futuro. “Afortunadamente, no sabe nada de lo que hago”, reiteraba en silencio Jacques. El joven Comandante Timoun lo empezó a considerar como un modelo e incluso a soñar con ser policía.

Lucharé día y noche para no volver a caer en la delincuencia, quiero ser un agente de policía que garantice la seguridad de mi país, de mi comunidad, de mi familia."
Gracias a las largas charlas que sostenían casi todos los días, Jacques tomó consciencia de su situación. Una noche, con el fin de efectuar un ataque a mano armada, uno de los jefes de la red lo llamó para que trasportara un arma. Jaques recuerda: “Este día, no me sentía bien, no quería participar en ese tipo de acción”. Jacques decidió usar pantalones cortos que no le permitirían esconder una pistola. Cuando se reunió con la pandilla en el lugar y hora habitual, uno de los jefes le dijo: “Ey, ven a drogarte antes de irnos”. Jacques le respondió: “Acabo de hacerlo y me gusta tener control de la situación, sobre todo si llevo un arma”. Pese a su vestimenta, los miembros de la pandilla intentaron esconder el arma en su ropa, se enojaron con la situación, hasta que intervino Tie Elie. “Esperen, el joven comandante no puede esconder el arma hoy” ordenó el jefe de la pandilla. Otro niño de la red, aprovechó la oportunidad y dijo con orgullo: “Estoy listo para el campo de batalla ¡denme el arma a mí en su lugar!”. Este episodio cambió el rumbo de la vida de Jacques. “Gracias a mi amigo policía, vi que esta situación era mi oportunidad para abandonar la pandilla y, para ese niño, era una oportunidad para entrar”, considera Jacques.

Después de haber dejado la pandilla, Jacques volvió a casa de su verdadera familia y comenzó una nueva vida. Dos meses más tarde, en septiembre de 2009, se sentía muy feliz de poder volver a la escuela. Pese a su edad, era un estudiante responsable y participativo. Después del seísmo del 12 de enero de 2010, Jacques tomó la decisión de formar parte de una asamblea cristiana de Croix-des-Bouquets, desde ese día se considera un servidor de Dios. Participa en un sinfín de actividades en su comunidad como las Brigadas de Cristo, un club comunitario y teatro, entre otras. “Todos nos equivocamos en esta vida, lo importante es tener la voluntad de superar los problemas”, dice sonriendo. Hoy, Jacques debe afrontar los rumores. Muchos habitantes del vecindario piensan que no es posible pasar, de un día para otro, de bandido a “niño modelo”. El no les hace caso, quiere probarles a todos que su vida ha cambiado.

Durante su noveno grado de educación básica, su familia atravesó profundos problemas económicos y, además, Alain, le dijo que se iba a mudar a otra zona. Jacques se vio obligado a dejar la escuela nuevamente, pero conserva la esperanza de que un día “Dios me enviará a alguien que pagará mis estudios. Lucharé día y noche para no volver a caer en la delincuencia, quiero ser un agente de policía que garantice la seguridad de mi país, de mi comunidad, de mi familia”.

Texto de: Emmanuela Laventure
Para acceder al artículo original publicado por «Le Nouvelliste» visite: http://bit.ly/1pPJ4aN