103rd International Labour Conference
Mensaje del Santo Padre Francisco
En su mensaje a la Conferencia Internacional del Trabajo, el Papa Francisco declaró: “El elevado número de mujeres y hombres obligados a buscar trabajo lejos de sus países es motivo de preocupación. A pesar de sus esperanzas de un futuro mejor, con frecuencia encuentran recelo y exclusión, sin mencionar las tragedias y los desastres que enfrentan”.
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Santo Padre Francisco con Guy Ryder - 18 de Noviembre de 2013 |
Director general de la Organización internacional del trabajo
Al inicio de la creación, Dios creó al hombre custodio de su obra, encargándole que la cultivara y la protegiera. El trabajo humano es parte de la creación y continúa el trabajo creativo de Dios. Esta verdad nos lleva a considerar el trabajo tanto un don como un deber. El trabajo, pues, no es meramente una mercancía, sino que posee dignidad y valor propios. La Santa Sede expresa su aprecio por la contribución de la OIT en la defensa de la dignidad del trabajo humano en el contexto del desarrollo social y económico a través del debate y la cooperación entre los Gobiernos, los trabajadores y los empleadores. Esos esfuerzos están al servicio del bien común de la familia humana y promueven por doquier la dignidad de los trabajadores.
Esta Conferencia se reúne en un momento crucial de la historia económica y social, que presenta desafíos para el mundo entero. El desempleo está expandiendo de modo preocupante las fronteras de la pobreza (cf. Discurso a la Fundación «Centesimus annus pro Pontifice», 25 de mayo de 2013). Esto es particularmente desalentador para los jóvenes desempleados, que pueden desmoralizarse muy fácilmente, perdiendo la certeza de su valor y sintiéndose alienados por la sociedad. Comprometiéndonos a acrecentar las oportunidades de trabajo, afirmamos la convicción de que sólo «en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida» (Evangelii gaudium, 192).
Otro problema grave, correlativo con el precedente, que nuestro mundo debe afrontar, es el de la inmigración en masa: el notable número de hombres y mujeres obligados a buscar trabajo lejos de su patria ya es motivo de preocupación. No obstante su esperanza de un futuro mejor, encuentran frecuentemente incomprensión y exclusión, por no hablar de cuando experimentan tragedias y desastres. Habiendo afrontado tales sacrificios, estos hombres y mujeres a menudo no logran encontrar un trabajo digno y se convierten en víctimas de cierta «globalización de la indiferencia». Su situación los expone a ulteriores peligros, como el horror de la trata de seres humanos, el trabajo forzado y la reducción a la esclavitud. Es inaceptable que, en nuestro mundo, el trabajo realizado por esclavos se haya convertido en moneda corriente (cf. Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado, 5 de agosto de 2013). ¡Esto no puede continuar! La trata de seres humanos es una plaga, un crimen contra la humanidad. Ha llegado la hora de unir las fuerzas y trabajar juntos para liberar a las víctimas de tales tráficos y para erradicar este crimen que nos afecta a todos nosotros, desde cada una de las familias hasta toda la comunidad mundial (cf. Discurso a los nuevos embajadores acreditados ante la Santa Sede, 12 de diciembre de 2013).
Es también la hora de reforzar las formas existentes de cooperación y de establecer nuevos caminos para acrecentar la solidaridad. Esto requiere: un renovado compromiso en favor de la dignidad de toda persona; una realización más determinada de los estándares internacionales del trabajo; la planificación de un desarrollo focalizado en la persona humana como protagonista central y principal beneficiaria; una nueva valoración de las responsabilidades de las sociedades multinacionales en los países donde actúan, incluyendo los sectores de la gestión del provecho y de la inversión; y un esfuerzo coordinado para alentar a los Gobiernos a facilitar el desplazamiento de los migrantes en beneficio de todos, eliminando de este modo la trata de seres humanos y las peligrosas condiciones de viaje. Una cooperación eficaz en estos campos se verá favorecida notablemente por la definición de objetivos futuros de desarrollo sostenible. Como manifesté recientemente al secretario general y a los jefes ejecutivos de las Naciones Unidas: «Los futuros Objetivos de desarrollo sostenible, por tanto, deben ser formulados y ejecutados con magnanimidad y valentía, de modo que efectivamente lleguen a incidir sobre las causas estructurales de la pobreza y del hambre, consigan mejoras sustanciales en materia de preservación del ambiente, garanticen un trabajo decente y útil para todos y den una protección adecuada a la familia, elemento esencial de cualquier desarrollo económico y social sostenibles».
Queridos amigos: La doctrina social de la Iglesia católica sostiene las iniciativas de la oit, que quieren promover la dignidad de la persona humana y la nobleza del trabajo. Aliento vuestros esfuerzos para afrontar los desafíos del mundo actual, permaneciendo fieles a tales nobles objetivos. Al mismo tiempo, invoco la bendición de Dios sobre todo lo que hacéis para defender e incrementar la dignidad del trabajo para el bien común de la familia humana.
Vaticano, 22 de mayo de 2014
FRANCISCO