El empleo y la generación del milenio: superar la pobreza mediante el trabajo

En la reciente Cumbre Mundial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, más de 150 Jefes de Estado aprobaron un documento final en el que declaran lo siguiente: "Apoyamos firmemente una globalización justa y resolvemos que los objetivos del empleo pleno y productivo y el trabajo digno para todos... serán una meta central." Tal declaración constituye una importante expresión de apoyo de ámbito mundial y a la escala más elevada para el Programa de Trabajo Decente de la OIT, como elemento motivador fundamental en la atenuación de la pobreza en el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), y ha de servir como factor de orientación de las políticas de desarrollo nacionales e internacionales. En el artículo que sigue, Juan Somavia, Director General de la OIT, plantea un nuevo programa para abordar la pobreza y crear empleo. En una serie posterior de artículos, Trabajo revisa algunas iniciativas significativas emprendidas por la OIT en este sentido.

GINEBRA - En el mundo abundan los trabajadores pobres. Estas personas no son pobres porque no trabajen, sino porque no pueden ganar lo suficiente.

Ha quedado claro que las recetas actuales en materia de formulación de políticas aplicadas para abordar la pobreza, elevar la seguridad de la población y convertir al mundo en un lugar más próspero, justo y seguro en el que vivir no producen los resultados deseados.

En torno a la mitad de la población mundial sigue obteniendo apenas lo necesario para subsistir con el equivalente a unos dos dólares de Estados Unidos al día. Además, en demasiados casos, poseer un puesto de trabajo no garantiza la capacidad para escapar de la pobreza. Este progreso lento y desigual nos obliga a reconsiderar y revisar nuestras políticas económicas y sociales encaminadas a reducir a la mitad la pobreza en el mundo para 2015 (Objetivos de Desarrollo del Milenio). Tal responsabilidad puede resumirse en una única frase: superar la pobreza mediante el trabajo.

No hemos hecho lo suficiente para sentar los fundamentos de la paz mediante una reducción significativa de la pobreza, la determinación de nuevas vías para la extensión del trabajo decente y el desarrollo de empresas viables y generadoras de empleo.

A personas, familias y comunidades les asiste el derecho a esperar que aquéllos que ocupan cargos de responsabilidad en los ámbitos público o privado sean capaces de ofrecer un conjunto de políticas que les brinden una oportunidad razonable de obtener un trabajo decente.

¿Cuáles son las consecuencias de esta situación? Por el momento, y en un futuro previsible si se mantienen las tendencias actuales, se genera sencillamente un número de nuevos puestos de trabajo limitado en exceso para la creciente población activa mundial, y para aquéllos desplazados por el elevado ritmo de cambio estructural que acompaña a la globalización. Nos enfrentamos a una crisis del empleo de ámbito mundial.

Aunque se han creado nuevos puestos de trabajo en abundancia, la realidad sigue siendo que el desempleo oficial ha aumentado en un 26% en los últimos diez años. Por si fuera poco, este porcentaje enmascara el problema de mayor calado del subempleo y de los miles de millones de personas que no pueden trabajar de un modo que les permita aprovechar al máximo su potencial productivo.

Un número excesivo de personas, y en especial mujeres, siguen sometidos a condiciones de subempleo o no pueden obtener un trabajo productivo decente, y el mayor fracaso del sistema actual es el que afecta a los jóvenes.

De hecho, podría sustituirse acaso la denominación de los ODM por la de Generación de Desarrollo del Milenio o GDM, en alusión a la cifra igual o superior a 1.000 millones de jóvenes que afrontan la perspectiva de padecer situaciones de desempleo y subempleo durante años. Casi el 40% de la población mundial actual se sitúa por debajo del umbral de los 20 años de edad. El 85% de los jóvenes se concentra en los países en desarrollo, donde muchos viven y trabajan en condiciones de pobreza y desigualdad de oportunidades.

La OIT estima que casi 86 millones de jóvenes carecen de empleo en todo el mundo, lo que representa un 45% del total de desempleados. La tasa mundial de desempleo en este grupo de población asciende al 13,8%, por encima del 11,7% de la década anterior. En todas las regiones, los jóvenes tienen, como media, tres veces más probabilidades de encontrarse en el desempleo que los adultos.

Además, se cuentan por millones también los jóvenes que no pueden permitirse permanecer en el paro, afrontan jornadas laborales prolongadas a cambio de una remuneración exigua y, a duras penas, se ganan la vida en la "economía informal". Con todo, la mayoría de los países encara un reto aún más abrumador. Y es que, ¿cómo podremos encontrar trabajo para los jóvenes, si ni siquiera somos capaces de producir trabajo suficiente para la población activa adulta?

Los datos más recientes de la OIT ponen de relieve que incluso un crecimiento económico notable no ha propiciado la generación de un número de puestos de trabajo proporcional a tal progreso. Por ejemplo, en 2004, una saludable tasa de crecimiento económico mundial del 5,1% dio lugar a un frustrante incremento del 1,8% en el número de personas empleadas. En términos sencillos, billones de dólares de crecimiento apenas produjeron un goteo de empleos.

Teniendo en cuenta la cruda realidad de que la población activa mundial habrá crecido en más de 400 millones de personas en 2015, incluso un rápido crecimiento del empleo cifrado en 40 millones de puestos de trabajo por año reduciría la tasa mundial de paro tan sólo en un porcentaje ligeramente superior al 1% en diez años.

Abordar el reto mundial del empleo no requiere únicamente más, sino también mejores puestos de trabajo. La mayoría de la población en los países en desarrollo vive y trabaja en entornos marginales del mercado, en la denominada economía informal. Se trata de trabajadores que asumen pesadas tareas en el campo, en las calles o en otros lugares de trabajo no regulados. Desprotegidos por la legislación, subsisten, junto a sus familias, en condiciones precarias.

Podemos actuar con mayor eficacia y, en este sentido, la comunidad mundial dio un paso significativo en la dirección adecuada en la Cumbre Mundial de septiembre de las Naciones Unidas en Nueva York, en la que diversos líderes mundiales declararon unánimemente que apoyan "firmemente una globalización justa" y resuelven "que los objetivos del empleo pleno y productivo y el trabajo digno para todos... serán una meta central de nuestras políticas macroeconómicas nacionales e internacionales". Tal declaración constituye un compromiso de ámbito mundial y a la escala más elevada para avanzar en el terreno de la creación de empleo.

La creación de oportunidades de trabajo decente mediante el crecimiento, la inversión y el aumento de la productividad ofrece el mayor potencial para abordar tal reto. Podemos elaborar nuevos planteamientos que brinden a los trabajadores pobres una oportunidad de alcanzar progresivamente una situación de mayor prosperidad.

La pobreza genera una sensación de impotencia y falta de dignidad. Sin embargo, debemos tomar conciencia igualmente que las personas que viven en condiciones de privación material, son asimismo importantes depositarios de valores como la fuerza, el ingenio, la perseverancia y el apoyo mutuo. Simplemente enfrentarse a la pobreza, y son miles de millones los que lo hacen cada día, demuestra la resistencia y la creatividad del espíritu humano.

Imaginemos lo que podría lograrse si pudiéramos liberar esos valores limitados por las circunstancias. Un impulso eficaz encaminado a potenciar la iniciativa empresarial y la capacidad de producción y consumo de la mayoría de la población mundial, y en particular la de aquellos grupos que perciben las rentas más bajas, resulta fundamental para la ampliación y la profundización de los mercados, el sustento de un crecimiento vinculado a la actividad empresarial y a la generación de empleo.

¿Cómo abordar tales tareas? Para comenzar, hemos de cambiar el paradigma de la formulación de políticas para reconocer que el empleo, y el fomento de las empresas que lo generan, constituye la vía más eficaz hacia la erradicación de la pobreza. Alcanzar la meta de una economía mundial estable y próspera es posible únicamente si la productividad y la capacidad de consumo de todos los ciudadanos se tienen en cuenta, para empezar, en los mercados locales en los que desarrollan su actividad.

El trabajo constituye actualmente el eslabón perdido en la cadena que constituyen las iniciativas emprendidas para reducir la pobreza. En la mayoría de las recetas en materia de formulación de políticas no se percibe la creación de empleo como un objetivo explícito, sino más bien como un resultado que se confía en derivar de la aplicación de unas políticas macroeconómicas fundadas. Aunque tales políticas constituyen, obviamente, un elemento esencial al establecer las condiciones adecuadas para lograr el crecimiento deseado, la clave consiste en garantizar que tal crecimiento sea equilibrado y propicie el empleo de mano de obra, es decir, que dé lugar a la creación de tantos puestos de trabajo decente como sea posible.

¿Podemos alcanzar este objetivo general? No podemos, debemos. Volvamos a dirigir nuestras miras hacia la inversión y la iniciativa empresarial, el empleo, la generación de renta y el trabajo decente para todos. Procuremos asegurarnos de que la globalización sea equitativa y extienda sus beneficios a todos, no sólo a unos pocos. Persigamos una visión de estabilidad política y social basada en la perspectiva de la prosperidad para aquéllos que cuentan con capacidad y disposición para trabajar y conseguirla. Si la comunidad internacional, basándose en la colaboración, es capaz de procurar la convergencia de políticas que permitan a todo hombre y mujer, con independencia de su edad, superar la pobreza mediante el trabajo, el resto del proceso fluirá sin dificultad.

Cuando tantos aluden a la reforma de las Naciones Unidas, nos encontramos ante una reforma de la "vida real" anhelada por los trabajadores y sus familias en todo el mundo. Llevémosla a cabo.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio en Asia y el Pacífico: evolución desigual pero con señales de esperanza

A pesar de los resultados alentadores en cuanto a la reducción de la pobreza y la mejora de las condiciones de trabajo de la población en Asia, el desempleo alcanzó un registro sin precedentes en la región, mientras que el crecimiento del empleo sigue siendo "decepcionante" en 2005. Con todo, en un nuevo informe de la OIT publicado en las vísperas de la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas, se señala asimismo que Asia ha dado "pasos de gigante" hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

BANGKOK - De acuerdo con el informe, la creación de nuevos puestos de trabajo no se mantuvo a la altura del impresionante ritmo de crecimiento económico en Asia. Entre 2003 y 2004, el empleo en la región de Asia y el Pacífico aumentó en el "decepcionante" porcentaje de un 1,6%, lo que supone unos 25 millones de puestos de trabajo, hasta alcanzar un total de 1.588.000 millones de empleos, a pesar de una notable tasa de crecimiento económico, superior al 7%.

En ese mismo período, la cifra de desempleados ascendió en medio millón de personas, hasta un total de 78 millones, en lo que constituye el quinto aumento interanual consecutivo desde 1999. Además el subempleo sigue siendo generalizado: millones de personas trabajan involuntariamente un número de horas inferior al de la jornada completa, o aceptan empleos por debajo de sus cualificaciones o destrezas.

De acuerdo con el informe, los jóvenes de 15 a 24 años de edad asumen la peor parte de este déficit de empleo, ya que representan el 49,1% de los desempleados de la región, una cifra desproporcionada si se tiene en cuenta que constituyen únicamente el 20,8% de la población activa. Por otra parte, es una cruel ironía que coexista el desempleo juvenil con el trabajo infantil: millones de jóvenes carecen de empleo o son infrautilizados, mientras que abundan los puestos de trabajo ocupados por niños que deberían asistir a la escuela.

En el informe se señala que, aunque los países de la región han realizado enormes progresos en la reducción de la pobreza y existen buenas perspectivas respecto a la consecución del primer ODM relativo a la reducción a la mitad de la pobreza extrema (aquéllos que subsisten con menos de un dólar de Estados Unidos al día), la situación de los denominados "trabajadores pobres" sigue constituyendo un grave problema. Unos 355 millones de trabajadores en la región obtienen unos ingresos inadecuados de su actividad laboral, lo que les coloca, tanto a ellos, como a sus familias, por debajo del umbral de pobreza de un dólar de Estados Unidos al día.

"No es sólo la falta de empleos lo que debe preocuparnos, la calidad de éstos y de las oportunidades es igualmente importante", afirmó Shinichi Hasegawa, Director Regional de la Oficina Regional de la OIT para Asia y el Pacífico. "Los puestos de trabajo que no permiten a quiénes los ocupan ganar lo suficiente para procurarse el sustento y el de su familia, o los trabajos que resultan inseguros o poco saludables, no son solución para la pobreza. Este informe pone de manifiesto que los problemas destacados en los ODM se encuentran intervinculados: la pobreza no puede abordarse si no se tratan asimismo cuestiones tan diversas como el trabajo infantil, la igualdad de género o la empleabilidad de los jóvenes".

Nota 1: Labour and Social Trends in Asia and the Pacific 2005, Oficina Internacional del Trabajo, Bangkok, 2005.