Las mujeres soldado luchan por reintegrarse en la sociedad liberiana

Para miles de mujeres durante la despiadada guerra civil de Liberia, tomar las armas era una cuestión de morir o matar para seguir viviendo. Ahora que la guerra ha terminado, el miedo y la incertidumbre siguen acechando a algunas de las combatientes. Sus experiencias han ayudado a la OIT a formular políticas y programas sensibles a las cuestiones de género que pueden facilitar la reintegración de estas mujeres a la sociedad. Informa Irma Specht, consultora de la OIT.

MONROVIA, Liberia - "En guerra, ¡los hombres no tratan bien a las mujeres!"

Así se expresa Ellen, una liberiana de 24 años de edad que dirigió a más de 1.000 mujeres combatientes en la despiadada guerra civil que tuvo lugar en el país a lo largo de siete años. Sus opiniones explican en gran medida las razones por las que niñas y mujeres a ambos lados del conflicto decidieron participar en la batalla.

"Cuando me encontraba con chicas de otros grupos, bajaba mi arma, me acercaba a ellas y les explicaba mis razones para tomar las armas", refiere Ellen en un inglés chapurreado, pero animoso. ¿Por qué deben las mujeres levantarse y luchar unas contra otras? Nos unimos para combatir a los hombres."

Ellen y su ejercito formaron parte de un grupo insurgente denominado Liberians United for Reconciliation and Democracy (LURD). Lucharon contra las fuerzas del señor de la guerra Charles Taylor.

Aunque las mujeres representan un porcentaje en las fuerzas armadas que oscila entre el 10 y el 30% en todo el mundo, se sabe poco sobre de sus motivos para alistarse. No obstante, un reciente proyecto de investigación de la OIT en Liberia, primero de una serie de estudios de la Organización en diversos países afectados por la guerra, permite descubrir las razones por las que las mujeres optan por convertirse en soldados. En Liberia, la investigación incluía entrevistas con "chicas" de hasta 35 años de edad que habían intervenido activamente en los combates.

Para muchas de ellas, la principal razón de su alistamiento fue protegerse a sí mismas y, para otras mujeres de la violación y el asesinato. Grupos defensores de los derechos humanos, como Amnistía Internacional, creen que la violación se utiliza ampliamente como arma de guerra, con el fin de deshumanizar a las mujeres y a las comunidades a las que pertenecen. La OIT desea campañas de concienciación pública, nacionales e internacionales, respecto al uso extremo de la violencia sexual en la guerra y sobre sus consecuencias.

Ellen se alistó a los 16 años de edad, después de ser violada por los mismos hombres que habían acabado con la vida de sus padres en su presencia; otra mujer liberiana se incorporó a la lucha después de enterarse de que una mujer que había dado a luz recientemente había sido violada con tanta brutalidad que acabó desangrándose hasta morir. Para muchas de estas mujeres, convertirse en soldado era una cuestión de morir o matar para seguir viviendo.

Otra de las razones por las que las liberianas optaban por participar en los combates consistía en probar su igualdad con los varones, una tendencia similar a la que se observa entre el creciente número de mujeres combatientes en la República Democrática del Congo (RDC). Catherine, una mujer soldado de la RDC, creció con tres hermanos en una "familia de guerreros", escuchando los relatos de guerra narrados por su padre.

"Quería ayudar a la rebelión", afirma Catherine. "Pensé que si mis hermanos podían, también podía yo. Quería actuar como mis hermanos. Cuando eres pequeña, quieres actuar como si fueras mayor. Cuando eres chica, como si fueras un chico."

Aunque la guerra en Liberia ha terminado, la explotación y el abuso de niñas y mujeres no ha concluido. Las excombatientes se enfrentan a numerosos obstáculos en sus esfuerzos por regresar a una vida normal, señal de que muchos hombres tampoco tratan bien a las mujeres en tiempos de paz. Aunque la reintegración de los antiguos soldados a la sociedad es fundamental para la consolidación de la paz y la reconstrucción, los programas desarrollados anteriormente tendían a devolver a las mujeres a las situaciones peores de las que procedían, haciendo así caso omiso de los problemas subyacentes que, en su día, las impulsaron a luchar.

La discriminación y la violencia por motivos de género siguen siendo en gran medida parte de la vida diaria en Liberia. Por si fuera poco, se da la circunstancia de que, después de años de guerra, la mayoría de niñas y mujeres tienen poco a lo que regresar: con frecuencia, sus padres han sido asesinados, sus casas, destruidas y el tejido social de su país ha quedado hecho jirones. A pesar de estas condiciones, muchas están decididas a mejorar sus vidas.

"Antes luchábamos con los hombres con nuestras armas, ahora hemos dejado las armas, pero todavía tenemos que luchar contra los hombres", señala Ellen, "esta vez con bolígrafos. Éso es lo que trato de transmitir ahora a mis compañeras."

La exgeneral Ellen sigue siendo responsable del bienestar de muchas de sus subordinadas. En mayo de 2004, 40 de sus antiguas combatientes vivían en su apartamento de dos habitaciones en Monrovia. Otros cientos se ocultaban calladamente en pueblos de los alrededores, reacias a entregar sus armas. Tienen mucho que temer. Algunas, que se consideran todavía al mando de Ellen, no se registrarán para las tareas de desarme y desmovilización hasta que su antiguo mando se lo ordene.

Recientemente, otras han convenido en desarmarse, pero su futuro sigue enturbiado por diversas cuestiones. ¿Recibirán la asistencia necesaria para reintegrarse en la sociedad como civiles, madres y esposas activas? ¿Serán aceptadas y tratadas con respeto? ¿Serán capaces de afrontar cursos de formación y actividades docentes hasta acceder a empleos que les permitan ganarse la vida dignamente? ¿Qué tratamiento recibirán las que se encuentren demasiado atemorizadas para salir a la luz y registrarse como excombatientes? Hasta la fecha, la asistencia para la reintegración ha adolecido de graves demoras, y la capacidad de absorción de un mercado de trabajo desgarrado por la guerra no es prometedora.

El resultado de toda esta incertidumbre es que niñas y mujeres se niegan a presentarse en los centros cantonales creados para el desarme, la desmovilización y el reclutamiento (DDR). Temen enfrentarse a los hombres en estos lugares, y les aterroriza revivir los recuerdos perturbadores de su vida en los campamentos militares; recuerdos que preferirían olvidar. Muchas dudan en registrarse como excombatientes, ya que el registro exigiría hacerse fotos para las tarjetas de identificación. Probablemente, su temor a ser etiquetadas como mujeres soldado y a la exclusión social que esta condición puede generar se funda en la realidad. Comunidades, escuelas, empleadores e incluso familias suelen rechazar a las mujeres que se han apartado de la realización de tareas femeninas tradicionales, porque recelan de la aparición de problemas en el futuro. Como consecuencia, muchas niñas y mujeres no recibirán ninguna asistencia financiera vinculada al DDR.

En cualquier caso, estas mujeres no permanecen calladas. El hecho de que tengan el valor de alzar la voz y contar sus historias reforzará su capacidad. Sus experiencias pueden ayudar a organismos como la OIT a formular políticas y programas sensibles respecto a las cuestiones de género que brinden una buena probabilidad de satisfacer sus necesidades de reintegración. A tal efecto, OIT/IFPCRISIS ha financiado la investigación y documentación de las historias individuales de las mujeres soldado liberianas. Una vez publicado, el documento resultante se utilizará para procurar una asistencia más eficaz en el marco de los distintos programas. Complementará, asimismo, a la reciente obra financiada por la OIT y titulada Young Soldiers: Why They Choose to Fight de Rachel Brett e Irma Specht, en la que se identifican las cuestiones subyacentes que impulsan a los jóvenes a incorporarse a las fuerzas armadas y se recomiendan posibles soluciones.

Sea hombre o mujer, lo que necesita todo excombatiente es un trabajo decente. La OIT, con su Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), y en colaboración con UNICEF, ha culminado recientemente una evaluación del mercado de trabajo y las necesidades de formación en Liberia, como base de los programas encaminados a procurar la reintegración de hombres y mujeres soldado. Se confía en que, con programas de aprendizaje acelerado, formación profesional, proyectos de desarrollo de pequeñas y medianas empresas, programas de prácticas y el desarrollo de empresas incipientes, estos jóvenes exsoldados reciban una segunda oportunidad de construir un futuro mejor. Además de su contribución técnica sobre el terreno, la OIT añade otros elementos esenciales a los programas de reintegración, como la justicia social, la inclusión social, la protección, la sostenibilidad y una elevada prioridad otorgada a las cuestiones de género. Sólo mediante la comprensión de los motivos, las necesidades y las inquietudes de las personas podrán los distintos organismos formular eficazmente planes concebidos para superar los retos planteados.

Muchas de las "chicas" de Ellen tienen ya hijos. Sin embargo, su maternidad no les impide desear una educación y una formación que las permita acceder a un empleo retribuido. De hecho, estas mujeres se muestran aún más decididas a obtener un trabajo seguro y decente, puesto que ahora deben mantenerse a sí mismas, ayudarse unas a otras y criar a sus hijos.

Jóvenes soldados

En algún momento entre los 10 y los 18 años de edad, los jóvenes sienten la urgencia de alcanzar una verdadera libertad, comienzan a comprender quién son y a dónde pertenecen, ponen en duda las tradiciones, se resisten a la autoridad y anhelan justicia.

De todos modos, en ocasiones, resulta difícil comprender las razones por las que aquéllos ante los que se abren las diversas posibilidades que ofrece la vida ponen en peligro ésta incorporándose al ejército o a grupos rebeldes y se convierten en combatientes. En la obra de la OIT titulada Young Soldiers, Why They Choose to Fight, de reciente publicación, Rachel Brett e Irma Specht tratan de encontrar una respuesta.

No cabe duda de que los niños combaten en la mayoría de los conflictos armados de la actualidad. Aunque la atención internacional se centra en gran medida en los que son obligados a luchar, son miles los que se alistan voluntariamente.

En un intento por comprender a los jóvenes que toman las armas, Brett y Specht entrevistaron a 53 niños y niñas soldado y excombatientes de todo el mundo. Conversaron con jóvenes de Afganistán, Colombia, la República del Congo, la República Democrática del Congo, Pakistán, Sierra Leona, Sudáfrica y Sri Lanka, así como de dos grupos del Reino Unido: grupos paramilitares de Irlanda del Norte y miembros de las fuerzas armadas británicas. Todos los consultados habían estado integrados en el ejercito, o en grupos armados, antes de los 18 años de edad, y todos se calificaban a sí mismos como voluntarios.

Lo que oyeron estas dos funcionarias, que desarrollan su actividad sobre el terreno, pone en cuestión varios supuestos comúnmente admitidos, como la naturaleza de la "libre elección". Como señaló uno de los jóvenes soldados entrevistados, "me alisté involuntariamente: si no tienes nada, te presentas voluntario al ejercito".

Otras de las razones señaladas por los consultados fueron la autodefensa, la venganza, la pobreza, el aburrimiento y el desempleo. La generalización de estas condiciones en todo el mundo pone en duda la creencia de que los soldados occidentales de corta edad difieren en todos los sentidos de los procedentes de países no occidentales.

En cualquier caso, a pesar de la idea admitida de que la mayoría de los niños soldado proceden de medios pobres y desfavorecidos, Young Soldiers pone de relieve que la cuestión es mucho más compleja. Muchos niños pobres no se alistan en el ejército. Una intrincada interacción de factores ambientales, educativos, sociales, culturales y altamente personales determinan la decisión de incorporarse o no a las fuerzas armadas.

El campo de batalla no es lugar para un niño. Un joven soldado describió su presencia en tal medio como "una experiencia tristísima". Las autoras confían en que, mediante la comprensión del alistamiento de adolescentes, los que puedan prestar este tipo de asesoramiento sabrán qué hacer para desalentar a otros con el fin de que no sigan sus pasos. Asimismo, la obra se propone mejorar los programas de reintegración, que deben abordar con rigor las razones por las que los jóvenes se incorporan a grupos armados, y evitar que vuelvan a alistarse.

Además, rinde homenaje a los valientes jóvenes que revelaron sus historias y reflexiones, y conmemora a sus amigos y otros que no vivieron para contarlo.

Liberia: en la paz, un futuro peligroso

Frustrados, analfabetos, huérfanos y víctimas de abusos, tal es la situación de los nuevos jóvenes que tratan de volver a tener a una vida "normal" después de años de guerra. Durante los pasados años de conflicto, los menores, muchos de ellos niñas de corta edad, representaban en torno al 37% de los combatientes de las distintas facciones enfrentadas. Ahora, muchos de los 15.000 niños vinculados al conflicto bélico han evolucionado hasta alcanzar la edad adulta y son jóvenes desempleados.

El mercado de trabajo al que se enfrentan se encuentra en un estado catastrófico. Sólo un 55% de los hombres, y en torno al 41% de las mujeres, son económicamente activos en la actualidad. Se estima que el 80% están desempleados, aún cuando se desconocen las cifras reales de desempleo y subempleo ocultos. Una mayoría, en torno al 77%, trabaja actualmente en el sector informal. Muchos no pueden encontrar empleo en el sector estructurado debido a la falta de educación y formación, así como a la escasa capacidad de absorción de mano de obra de la economía local.

¿Una fórmula para poner fin a un continuo ciclo de desesperanza? La OIT y UNICEF trabajan en este sentido. En el marco del Programa InFocus de la OIT sobre Respuesta a las Crisis y Reconstrucción, y con la financiación de UNICEF Liberia y el PNUD, Irma Specht , consultora de la OIT, ha investigado los motivos que impulsaron a las niñas combatientes a incorporarse a la lucha armada, y ha formulado sólidas recomendaciones respecto al modo de mejorar la asistencia dirigida a estas menores.

Asimismo, la contribución de la OIT forma parte de las actividades de su Programa Global sobre Niños Soldado, financiado por el Departamento de Trabajo de Estados Unidos (USDOL). Las principales conclusiones de este análisis de necesidades en materia de mercado de trabajo y formación se basan en una revisión de fuentes secundarias, así como en una amplia gama de estudios de primera mano elaborados con la colaboración del Gobierno, diversos organismos de las Naciones Unidas, ONGs internacionales y locales, agentes del sector privado y proveedores de servicios de formación para la adquisición de cualificaciones. El sector agrario augura proporcionar oportunidades de empleo, y el de la construcción puede representar una ayuda, tanto en el medio rural, como en áreas más urbanizadas. No obstante, las oportunidades son escasas y los desmovilizados afrontan enormes dificultades para sobrevivir a la competencia.

¿Qué deparará el futuro? La Sra. Specht señala que, aunque ciertos programas en curso parecen relativamente eficaces, los jóvenes siguen constituyendo el principal motivo de preocupación. "Esta generación carece de referencias respecto a cómo es la vida y el trabajo "normal". Se sienten defraudados por sus líderes, carecen de seguridad y pueden ser adictos al alcohol o las drogas. La mayoría de las niñas han sido violadas. Lo que necesitan, tan pronto como sea posible, es asistencia para acabar con el abuso de sustancias nocivas y reiniciar su educación. Ésto llevará muchos años, porque siguen necesitando trabajar mientras estudian. No obstante, la única vía hacia la paz es movilizar a los jóvenes de Liberia, combatientes y civiles, para que contribuyan a reconstruir su país."