Día Mundial contra el Trabajo Infantil 2003

El tráfico de niños es una de las peores formas de trabajo infantil. Afecta a 1,2 millones de menores en todo el mundo, y consiste en el traslado de niños de un lugar a otro mediante la fuerza, la coacción o el engaño, abocando a éstos a situaciones de explotación económica y sexual. Es un delito recogido en la legislación internacional. En todo el mundo, el Día Mundial contra el Trabajo Infantil renueva la atención dirigida a la campaña contra el tráfico de niños.

GINEBRA - En una carretera polvorienta en la frontera entre Níger y Malí, una caravana de vehículos se encamina hacia la ribera que da nombre a este lugar. Los pasajeros se bajan de las furgonetas y camionetas que componen la expedición, se sacuden el polvo que acumulan en el pelo y comienzan a montar una gran tienda de campaña en el centro del pueblo. Los pregoneros se sirven de megáfonos para convocar a sus habitantes. El gentío se congrega a la sombra de la tienda, a la espera de las palabras de los viajeros.

La parada forma parte de una ruta comercial regional para el tráfico de niños. Los traficantes, activos en comunidades cuyos miembros se afanan por ofrecer una vida mejor a sus hijos, prometen puestos de trabajo en la ciudad, en explotaciones agrarias, en el extranjero. Los niños son obligados a realizar trabajos que les marcan emocional, física y mentalmente e, incluso, pueden llegar a acabar con su vida.

Con el fin de hacer frente a esta forma de comercio y a la falta de sensibilización que lo alimenta, una asociación de jefes tribales ha forjado una alianza con la OIT y las autoridades locales. En el marco de las actividades para el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, los miembros de dicha asociación han decidido viajar por todo este distrito, especialmente vulnerable, para informar a sus habitantes acerca del tráfico de niños. La participación de los jefes es crucial y constituye una forma innovadora de ponerse en contacto con las comunidades. El respeto entre éstas y los jefes es mutuo. De esta manera, las conductas pueden cambiar.

¿Una historia apócrifa? No, es real, e ilustra el tipo de actividades que se llevan a cabo en muchas regiones del mundo en apoyo a las que comprende el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC). Por necesidad, la OIT, junto con un gran número de socios, ha combatido el trabajo infantil. Ha contribuido a la creación de mecanismos para legislar contra el trabajo infantil, de intervenciones para prevenirlo, y de remedios para atenuar las heridas que deja en una comunidad y en los niños

World Day against Child Labour

El tráfico de niños es una de las peores formas de trabajo infantil y el objetivo prioritario de la edición de este año del Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Desde las localidades más remotas a la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT en Ginebra, el 12 de junio es el día en el que distintos acontecimientos ponen de manifiesto la solidaridad mundial en el ámbito de la erradicación del trabajo infantil.

¿Qué tipo de solidaridad? La de expertos que comparten información sobre la lucha contra el tráfico de niños. La del personal de la industria del transporte que conversa acerca del modo de detectar a viajeros sospechosos y de impedir el tráfico. O la de los asesores en centros de repatriación que debaten la mejor manera de acoger a los niños en sus países de origen tras su regreso. En docenas de emplazamientos, desde las oficinas de la OIT, lugares de trabajo, escuelas y centros comunitarios, a pueblos, mercados, calles y centros de rehabilitación, esta forma de solidaridad es evidente y se encuentra cada vez más extendida.

El tráfico de niños deriva de la demanda insatisfecha de mano de obra barata y maleable en general, así como de la demanda de niños y niñas de corta edad en el sector de la explotación sexual comercial, que atraviesa un período de rápido crecimiento. Aunque, en general, los niños son menos productivos que los adultos, resulta más fácil cometer abusos contra ellos ya que están menos seguros de sí mismos y son menos capaces de reclamar sus derechos y, en consecuencia, pueden ser obligados a trabajar jornadas de mayor duración, a cambio de una alimentación escasa, un alojamiento deficiente y la ausencia de prestaciones.

El tráfico no es un acto aislado; comprende una serie de acontecimientos que tienen lugar en la comunidad de origen de las víctimas, en los centros de tránsito y en las ubicaciones de destino finales. Siempre que se traslada y explota a un niño, se comete un acto de tráfico. Todos aquellos que contribuyen a su comisión y se benefician de ello (captadores, intermediarios, proveedores de documentación, transportistas, funcionarios corruptos, empleadores y prestadores de servicios) son traficantes.

El tráfico de niños, que no representa en absoluto un fenómeno novedoso, sigue creciendo en todos los continentes y las culturas. Casi todos los países se ven afectados: ya sea como emisores, receptores o lugares de tránsito de los niños objeto de esta forma de abuso.

Se han referido casos de tráfico de niños en el sur y el sudeste de Asia, en África y en Europa oriental, y comienzan a emerger modelos de tráfico en las Américas y el Caribe. Las cifras correspondientes al sur y el sudeste de Asia y a África central y occidental son particularmente elevadas.

El destino del tráfico de la mayoría de los niños es la explotación sexual comercial. No obstante, abundan igualmente los casos de menores cuyo tráfico se destina a otras formas de explotación laboral, entre las que figuran el servicio doméstico, los conflictos armados, las empresas de servicios como restaurantes y bares y los trabajos peligrosos en fábricas, la agricultura, la construcción, la pesca y la mendicidad.

Más allá del factor pobreza

Según el estereotipo, “una familia pobre es una familia en situación de riesgo”. Sin embargo, no es sólo la pobreza lo que conduce al tráfico de niños. En numerosas comunidades del sur de Asia, casar a una hija (con dote y todos los obsequios requeridos) puede colocar una economía familiar bajo una presión insostenible. Así sucedió a finales del año pasado en una familia del sudeste de Nepal. Un joven se dirigió al padre de familia y le pidió en matrimonio a su hija de 16 años de edad. Aliviados de la carga de tener que encontrar un novio y atender las demandas económicas que la familia de éste podría plantear, los padres concertaron la boda. Unos días más tarde, la pareja se marchó, aparentemente, al hogar del novio.

En realidad, abandonaban el país. En todos los lugares en los que se detuvieron a pasar la noche, el novio aseguraba a sus anfitriones que su acompañante y él eran hermanos. El día anterior al que la pareja iba a cruzar la frontera, una perspicaz vecina de la zona percibió cierta tensión e hizo indagaciones. Era miembro del Comité de Vigilancia de la Localidad, una entidad informada de los movimientos y los hábitos de los traficantes. Se descubrió la trama y la chica regresó a su hogar, tras escapar por poco de ser vendida a un burdel de la India.

Prevención, intervención y reintegración

Esta historia acaba bien, a diferencia de muchas otras. Las condiciones que hacen posible el tráfico de niños constituyen únicamente el principio del problema: pobreza, inestabilidad política, catástrofes naturales, falta de educación, actitudes sociales y culturales respecto a los hijos, y en especial hacia las niñas. Los remedios que propician un final feliz son aquéllos que se adaptan al contexto regional, social y económico: asesoramiento psicológico apropiado, escolarización o formación profesional asequible y comparecencia de los traficantes ante la justicia.

En cualquier caso, lo mejor sería que estas historias nunca comenzaran, y que existieran mejores alternativas laborales para los padres, un acceso equitativo a la educación para niños y niñas, comunidades vigilantes y mecanismos para la ejecución de la legislación consolidados.

La OIT y la lucha contra el trabajo infantil: los padres, a trabajar; los niños, a la escuela

La erradicación del trabajo infantil constituye un elemento esencial del objetivo de la OIT de procurar el “trabajo decente para todos”. Esta organización no aborda el trabajo infantil como un problema aislado, sino como una parte fundamental de los esfuerzos nacionales a favor del desarrollo económico y social.

  • 1919: la primera Conferencia Internacional del Trabajo adopta el Convenio sobre la edad mínima (industria)(núm. 5).
  • 1930: adopción del primer Convenio sobre el trabajo forzoso (num 29).
  • 1973: adopción del Convenio sobre la edad mínima (núm. 138).
  • 1992:la OIT establece el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC).
    La iniciativa comprende: estudios de evaluación, consolidación de capacidades, reformas jurídicas, sensibilización y movilización social, prevención, retirada de los niños de trabajos peligrosos y rehabilitación de éstos, y creación de alternativas para los niños que trabajan y sus familias.
  • 1996: Declaración de Estocolmo y agenda para la acción. Elaboración del principio según el cuál, el delito cometido contra un niño en un determinado lugar se considerará delito en cualquier otro lugar. La OIT codifica este principio en una norma internacional mediante el desarrollo tres años más tarde del Convenio (núm. 182), en el que se detalla la función de aplicación y las sanciones.
  • 1998: adopción de la Declaración de la OIT relativa a los principios y derechos fundamentales en el trabajo: libertad sindical, abolición del trabajo forzoso, eliminación de la discriminación en el lugar de trabajo y erradicación del trabajo infantil.
  • 1999: adopción del Convenio de la OIT sobre las peores formas de trabajo infantil (núm. 182). Atrajo la atención mundial respecto a la necesidad de emprender acciones inmediatas para erradicar las formas de trabajo infantil que resultan peligrosas y perjudiciales para el bienestar físico, mental o moral de los niños. Ratificado por 3 de cada 4 Estados miembros de la OIT.
  • 2002: la OIT instaura el 12 de junio como Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Ayuda a 80 países en la formulación de sus propios programas de lucha contra el trabajo infantil.

Preocupación para la OIT: el destino intolerable de los niños soldados

Entre las víctimas sin voz de las peores formas de trabajo infantil se encuentran los niños soldados, los niños que participan en conflictos armados por cualquier razón, o los que ayudan de alguna u otra forma en dichos conflictos. Muchos de estos niños no sólo se enfrentan a los peligros del combate, sino que sufren además violaciones u otras formas de abuso físico a manos de sus compañeros de armas. Una reciente conferencia organizada por el Departamento de Trabajo de Estados Unidos (USDOL) en Washington llamó la atención respecto a la grave situación de los niños soldados, y se anunció la puesta en marcha de un programa dotado con 13 millones de dólares y destinado a su rehabilitación, que comprende la aplicación de 7 millones de dólares al desarrollo de estrategias globales con la OIT.

WASHINGTON - “Quizá, no existe un reto mayor ni una empresa más acuciante que la liberación de 300.000 niños atrapados en el fuego cruzado de los conflictos”, afirmó Juan Somavía, Director General de la OIT en la conferencia denominada “Children in the Crossfire” organizada por el USDOL y celebrada en Washington el 7 y 8 de mayo. “Ocupan las líneas de vanguardia, prisioneros de los conflictos y víctimas de la brutalidad, objetos de violencia y venganza que aprenden a matar, dañar y destruir.”

La utilización de niños soldados puede constituir la peor forma de trabajo infantil. Más de 300.000 niños sirven en las primeras líneas de conflictos civiles en todo el mundo, y han presenciado o experimentado horrores tales como actos de tortura, asesinatos, pillaje y violación, según se denuncia en “Wounded Childhood” (Infancia herida), un nuevo informe de la OIT sobre el uso de menores de 18 años en conflictos armados en África central, preparado para la conferencia de Washington.

En su llamamiento a favor de la erradicación de esta práctica, el Sr. Somavía abogó por que: “En lugar de armas y guerra, brindemos a nuestros hijos oportunidades y esperanza.”

La conferencia de Washington, en la que Elaine L. Chao, Secretaria de Trabajo de Estados Unidos, ejerció como anfitriona, se propuso como objetivo potenciar la respuesta mundial a la explotación de los niños soldados. Unos 500 representantes de gobiernos, organizaciones no gubernamentales y organismos de las Naciones Unidas escucharon los testimonios de niños excombatientes, en los que éstos describieron el miedo, el dolor y la violencia que han marcado sus vidas.

En el informe “Wounded Childhood” se ofrece una horripilante letanía de peligros, miedos, abusos y actos de violencia sufridos por niños participantes en conflictos en todo el mundo. Los menores se incorporan a bandas armadas utilizando documentación falsa, o son obligados a combatir o prestar servicios de apoyo a las tropas. Los casos directos de secuestro son frecuentes, sobre todo en el medio rural. Los niños son utilizados como espías y enviados a los campamentos de las fuerzas regulares para obtener información. Las niñas son empleadas como personal doméstico y esclavas sexuales. Los menores que participan realmente en la lucha suelen acabar masacrados en combate.

“Durante los combates, me decía a mí mismo que era un árbol. De esa forma tenía menos miedo de morir”, relata Michel, un niño excombatiente de Rwanda.

A menudo, las razones por las que los niños se convierten en soldados no están claras. Aunque el secuestro directo, practicado en particular por los grupos rebeldes, supone el 21% de los reclutamientos de niños para formar parte de grupos armados, un porcentaje tan sorprendente como que el 64% de los afectados afirma que adoptó la decisión personal de alistarse.

Las razones esgrimidas van desde la necesidad material, la fascinación y el prestigio, a la ideología, el deseo de venganza y el afán por huir de situaciones alienantes en el hogar o la escuela. No obstante, del 34% que justifica su opción por razones materiales, la mitad señala que adoptó tal decisión bajo una presión psicológica extrema vinculada a su supervivencia inmediata, mientras que la otra mitad consideró su elección como un medio de ganarse la vida a largo plazo.

“Me alisté en el ejercito porque pensé que me pagarían después de la guerra. Sabía que arriesgaba mi vida, pero no tenía otra elección. Mi madre tenía problemas para darnos de comer. Aunque otros chicos se incorporaron al grupo por razones ideológicas, yo me alisté para tener un trabajo” relata Sylvestre, actualmente de 18 años de edad, ex niño soldado y el quinto de nueve hijos de una familia sin padre de Congo-Brazzaville.

A pesar de los riesgos que conlleva escapar de estos horrores, el 41% se las arregla para huir. En la República Democrática del Congo y Rwanda, muchos niños soldados han sido desmovilizados o liberados mediante la intervención de familiares o de diversas organizaciones. Con todo, su suplicio no termina con la huida.

El regreso a sus localidades de origen puede resultar difícil, ya que sus comunidades han sido víctimas del conflicto y consideran a los excombatientes responsables de saqueos, torturas y asesinatos, y les creen capaces de volver a cometer tales crímenes. A menudo, las niñas tienen que superar el doble estigma de haber participado en el conflicto y de ser madres solteras. “Yo oculto mi pasado como soldado”, confiesa Kavira, antigua niña soldado de la República Democrática del Congo. “Tengo 16 años y soy madre de una niña pequeña; la gente tiene una mala opinión de los soldados y es peor si se trata de una chica.”

¿Existen soluciones?

En la conferencia de Washington, el Sr. Somavía propuso un “plan de combate” de tres puntos encaminado a prevenir y erradicar la utilización de niños en conflictos armados. Son los siguientes:

  • la mejora del cumplimiento de la ley, más allá de convenios y normativas. La sensibilización, así como la adopción y la ejecución de la legislación en las políticas y en la práctica constituyen elementos primordiales;
  • la formulación de estrategias prácticas y orientadas que ayuden a los niños a superar sus traumas y a prepararse para un futuro mejor. Éstas incluirán medidas de asesoramiento, educación, formación profesional, y asistencia a los padres para elevar sus ingresos y lograr trabajos decentes; y
  • la adopción de una estrategia de desarrollo para abordar las causas desde su raíz. Ésta comprenderá la promoción de la reestructuración económica y social, la erradicación de la pobreza y las políticas de empleo y educación.

En un sentido más amplio, nuestra labor consiste en lograr que nuestras comunidades sean más estables y, nuestro mundo, más seguro”, afirmó el Sr. Somavía. “Se trata de construir un lugar en el que todos nuestros hijos vivan en paz. Esa es nuestra visión.”

La Sra. Chao, Secretaria de Trabajo de Estados Unidos, anunció que USDOL dedicaría otros 13 millones de dólares “a facilitar la educación, la rehabilitación y la reintegración de niños excombatientes”. La iniciativa incluye la dotación de 7 millones de dólares para desarrollar estrategias globales con la colaboración de la OIT, encaminadas a ayudar a los antiguos niños soldados de Burundi, República Democrática del Congo, Rwanda, Uganda, Filipinas, Sri Lanka y Colombia. Comprende además la asignación de 3 millones de dólares para contribuir a la educación de niños excombatientes en Uganda, y de la misma cantidad para educar y reintegrar los niños soldados de Afganistán.

Los niños soldados no pueden alzar su voz, pero nosotros podemos hacerlo por ellos”, señaló la Sra. Chao. “Por esa razón nos hemos reunido hoy aquí. Como parte de ese compromiso, obliguémonos a abordar la causa radical de la existencia de niños soldados, que consiste en la ausencia de libertades fundamentales y de derechos humanos básicos.”

Estados Unidos fue uno de los primeros países en ratificar el Convenio de la OIT sobre las peores formas de trabajo infantil, 1999 (núm. 182), que contempla la prohibición del reclutamiento forzoso de niños como combatientes.