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Op-Ed

Aunque la tecnología afecta nuestros empleos, no es demasiado tarde para transformar esta amenaza en una oportunidad

Los trabajadores necesitarán una combinación mágica de competencias para sobrevivir a la revolución tecnológica.

Opinión | 22 de octubre de 2018
Por Guy Ryder, Director General de la Organización Internacional del Trabajo

El Informe sobre el Futuro del trabajo 2018 del Foro Económico Mundial nos ofrece motivos para ser optimistas. La perspectiva de las empresas en cuanto a la manera en que las tecnologías afectarán el crecimiento y la creación de empleo es cada vez más positiva, como muestran los resultados del estudio. Mientras la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se acerca a su centenario, reflexionamos sobre estas cuestiones en el marco de la Iniciativa del centenario relativa al futuro del trabajo. Me gustaría compartir algunas de nuestras reflexiones sobre estas tendencias y sobre las políticas que se pueden llevar a cabo.

© Reuters
En el mundo del trabajo, la nueva realidad tecnológica, conocida como la cuarta revolución industrial, ya ha comenzado. Si bien los países están experimentando sus efectos de forma diferente, a velocidades y niveles distintos, ya es evidente que muchos empleos están desapareciendo o están siendo rediseñados. Esto plantea nuevas cuestiones de orden económico, jurídico, ético y social.

Una de ellas es garantizar que la fuerza de trabajo posea las competencias necesarias para ser compatible con las nuevas tecnologías. Nuestra investigación muestra que la brecha digital entre los países desarrollados y los países en desarrollo es cada vez más grande, y esto es el resultado no sólo de decisiones empresariales basadas en los costos y beneficios sino también de las capacidades de la mano de obra. Por capacidades, quiero decir no solo las competencias profesionales y técnicas de alto nivel indispensables para diseñar, operar y mantener la infraestructura digital, sino también competencias básicas y el dominio de las TIC. El mensaje es que las competencias son importantes si lo que queremos es utilizar las tecnologías para reducir las desigualdades, no para aumentarlas.

Hasta ahora, esta ola de cambios tecnológicos no ha provocado una disminución mundial del empleo, como lo confirma el informe del Foro. Si bien estos cambios han afectado ciertos sectores y profesiones, están generando numerosos puestos de trabajo en otros sectores, directa e indirectamente.

Sin embargo, debemos prepararnos para el reemplazo de una gran diversidad de tareas, debido a la rápida evolución de máquinas capaces de aprender, lo que se conoce como inteligencia artificial (IA). En particular, los empleos en el sector de los servicios como la administración de empresas, el transporte y la asistencia sanitaria, que hasta ahora han sido poco afectados, podrían experimentar un cambio significativo de los perfiles y las oportunidades de empleo.

No obstante, si la automatización en estos sectores, es aplicada correctamente, podría aportar grandes beneficios tanto para los países desarrollados como para los países en desarrollo. Aquellos con niveles de competencias bajos e intermedios podrían obtener mejores condiciones de producción y de trabajo, mientras que en las economías desarrolladas, la IA podría reactivar el crecimiento de la productividad.

Pero seamos claros, estamos hablando de beneficios potenciales. Lo que en realidad veremos dependerá de cómo gestionamos la transición para los trabajadores y las empresas. Los trabajadores deberán adquirir nuevas competencias o reciclarse profesionalmente, y deberán centrarse especialmente en las habilidades sociales y personales. Si los trabajadores logran adaptarse con rapidez, una recuperación de la productividad podría generar más empleos, en las ocupaciones existentes y en las nuevas, y absorber el creciente número de personas que se incorporan en el mercado de trabajo, sobre todo en los países en desarrollo.

Esta trasformación no solo puede contribuir a incrementar los salarios y los niveles de vida, sino que también podría hacerlo de manera ecológica. Las nuevas tecnologías ofrecen soluciones que benefician a todos al permitir la reducción del uso de energía y de recursos y a la vez el aumento de la productividad y de la competitividad.

¿Cuál es entonces la combinación mágica de competencias que necesita la fuerza de trabajo a fin de explotar la revolución tecnológica? Incluye competencias básicas, técnicas, analíticas e informáticas, naturalmente, pero éstas casi son la guinda del pastel. Deberían estar sustentadas por aptitudes cognitivas sólidas, como la lectura, la escritura y la aritmética, que constituyen el más importante de los atributos: la aptitud de aprender a lo largo de toda la vida.

Habría que añadir a esto una serie de competencias de empleabilidad, como la creatividad, la resolución problemas y el pensamiento crítico. Las competencias personales y de comunicación, así como las emocionales, la capacidad de evaluar y asumir riesgos, de gestionar el estrés y el cambio, serán cada vez más importantes. Los sistemas de educación deberán dedicar mayor atención a estas capacidades, porque le otorgan a los seres humanos una ventaja comparativa respecto a las máquinas.

De esto, se deduce que nuestro entusiasmo por adoptar nuevas tecnologías debe estar acompañado de un entusiasmo equivalente para ofrecer sistemas educativos de calidad desde los primeros años. Si dotamos a nuestros niños del conjunto de competencias apropiado, no solo podrán hacer frente a esta cuarta revolución industrial, sino que también estarán listos para la quinta y la sexta.

La era de concentrarse en capacidades para lograr una única cualificación que defina la carrera profesional al inicio de la vida laboral finalizó. Los sistemas de formación deberán ser flexibles para permitir que los trabajadores sigan aprendiendo a lo largo de sus carreras. Este enfoque de aprendizaje permanente debe ser respaldado por incentivos para aprender provistos a través sistemas de financiamiento innovadores (por ejemplo, a través de cuentas individuales de formación, créditos y desgravaciones fiscales) y cofinanciados por el sector público y el privado.

El aprendizaje permanente implica que cada trabajador realizará una mayor diversidad de empleos que en el pasado. El resultante incremento de las transiciones profesionales requerirá de una serie de estrategias de adaptación y apoyo, incluidas nuevas formas de seguridad del ingreso a través de la protección social, y de una reforma de los servicios de orientación profesional y de adecuación de la demanda y oferta de empleo.

Otro aspecto igualmente importante, cuando se trata de adquirir las competencias adecuadas para los empleos del futuro, es que será decisivo el papel del diálogo social y las asociaciones público-privadas entre los diferentes actores involucrados en el mundo del trabajo como las organizaciones de empleadores, los sindicatos y planificadores y los proveedores de la educación y formación.

Cambiar hacia un aprendizaje a lo largo de la vida es esencial si queremos utilizar la tecnología para nuestro beneficio, en lugar de dejarnos arrastrar por la corriente. Al mismo tiempo, si todos y no solo unos pocos han de beneficiarse, necesitamos examinar y renovar nuestro concepto de contrato social, de manera que tengamos las bases sobre las cuales las tecnologías puedan configurar un futuro mejor.

Este artículo fue publicado por el Foro Económico Mundial el 22 de octubre 2018.