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Conferencia Internacional del Trabajo
87.reunión, 1 - 17 de junio de 1999

 


 

Alocución del Sr. Henri Konan Bédié, Presidente de la República de Côte d'Ivoire
10 de junio de 1999

En nombre de los países en desarrollo y en nombre de mi propio país, Côte d'Ivoire, en nombre del Africa que lucha, progresa y espera, le doy las gracias por darme la palabra ante esta augusta asamblea que es la Conferencia Internacional del Trabajo. Soy muy consciente de este testimonio de estima.

En primer lugar quisiera dirigir un saludo especial a Su Excelencia el Sr. Mumuni, Presidente de la 87.ª reunión de la Conferencia, y saludo cordialmente a todas las personalidades aquí presentes. Dirijo además a los miles de delegados que aportan su experiencia a esta reunión anual un mensaje de aliento para que continúen y lleven adelante su cometido en un espíritu de diálogo y tolerancia en esta institución para promover una solidaridad internacional activa y para defender los derechos humanos y de los trabajadores.

Antes que nada, quisiera dirigir mi felicitación al señor Director General por su brillante elección a la cabeza de la Organización Internacional del Trabajo. Permítame Sr. Somavia que manifieste mi satisfacción al verle presidir esta institución tan indispensable para el progreso social y humano.

En efecto, celebro que esta importante responsabilidad recaiga en un representante del hemisferio Sur, que tan bien conoce los problemas de los países en desarrollo y que garantizará que la Organización Internacional del Trabajo pase del siglo que está terminando a ese nuevo mundo que se acerca a pasos agigantados. Usted señor Somavia es quien se ha hecho cargo de esta tarea, nosotros se lo agradecemos.

Los africanos fundamos todas nuestras esperanzas en la edificación de un mundo más solidario y estimamos que la llegada de hombres oriundos de continentes pobres, conscientes y bien informados de la situación particular de las sociedades tradicionales, brutalmente confrontadas a las exigencias de la competencia económica internacional, puede ayudar a poner en práctica más soluciones innovadoras que les ayuden a salir de estas dificultades.

Quisiera también darle las gracias por las palabras de simpatía y confianza que acaba usted de pronunciar en relación con Africa y los países en desarrollo. Estas palabras han sabido reflejar la notable evolución que ha protagonizado Africa, en unos pocos decenios, tras la época de las independencias nacionales. Cabe atribuir el mérito de esos cambios en primer lugar a las cualidades humanas, a la decisión y a la actividad incansable de nuestras poblaciones trabajadoras. Y si bien es cierto que algunos países africanos están viviendo graves crisis y aun guerras civiles, también cabe reconocer y señalar a la colectividad internacional que la mayoría de las naciones africanas -- las tres cuartas partes de esos países -- viven en paz y están animadas por la firme voluntad de mejorar sus condiciones de vida.

¿Cómo rendir homenaje a la Organización Internacional del Trabajo? ¿Cómo expresar nuestra honda gratitud a todos los que se han sucedido en el recinto de esta asamblea desde 1919? Todos han estado animados por la misma fe y por el mismo anhelo de edificar un mundo de justicia social, de devolver a los trabajadores su dignidad y de darles los medios de defender sus derechos, sobre todo el derecho a un reparto justo y equitativo del fruto de su labor.

Por eso, todos comprendemos que la importancia particular de las labores de esta Conferencia estriba en lo que de ella se espera en relación con la vida de los trabajadores. Côte d'Ivoire siempre ha prestado mucha atención a los convenios y recomendaciones propuestos por esta Conferencia Internacional del Trabajo, y puedo testimoniar personalmente de ello.

Recuerdo una época -- para mí no demasiado lejana -- en 1958, con mis estudios universitarios recién terminados, cuando en Africa se aceleró el ritmo de la historia. La actualidad de la descolonización incitó a mi generación a participar de lleno en el movimiento de independencia nacional. Así, en mi primer trabajo participé en las responsabilidades de dirección de la Caja Nacional de Compensación de Prestaciones Familiares de Côte d'Ivoire, en el corazón mismo de los problemas sociales de una nación que estaba naciendo.

Entonces pude apreciar un período de intenso desarrollo durante el cual se produjeron transformaciones políticas y económicas notables, cómo la Organización Internacional del Trabajo se esforzaba por aportar a los países que estaban en los albores de su independencia la ayuda más amplia posible, por medio de estudios teóricos, numerosas misiones de asistencia técnica y becas a los funcionarios y dirigentes de los organismos recientemente creados.

Al poner a nuestra disposición estas experiencias tan útiles, se daba cumplida respuesta a nuestra preocupación por armonizar las políticas de reglamentación social de los países africanos. Los gobiernos africanos pudieron así actuar previendo la armonización de las políticas económicas y sociales, antes incluso de crear el marco institucional y mecanismos de integración subregional en el Africa de expresión francesa.

Durante varios decenios, y con mejores resultados que otros muchos países africanos, Côte d'Ivoire ha conocido un auge económico extraordinario.

Para nosotros era una obligación moral que la población participase en una evolución social en armonía con este crecimiento económico. En ese contexto, Côte d'Ivoire ratificó los convenios fundamentales elaborados y votados por la OIT, comprometiéndose a facilitar su aplicación por medio de campañas de información y sensibilización.

Esos convenios han brindado a los asalariados más responsabilidades en la empresa. Han reconocido a cada uno de los actores de la vida social su propio papel y sus cometidos. Han confiado a la negociación y a los convenios colectivos la organización de las relaciones laborales. Pero, sobre todo, somos muy conscientes de que una protección y una reglamentación de alto nivel en beneficio de toda la población asalariada han constituido un importante factor de cohesión social y nacional, atenuando las desigualdades y fortaleciendo la solidaridad en el seno de la nación. Esta manifestación de solidaridad permitió también fortalecer en todos los trabajadores la conciencia de pertenecer a una misma colectividad de trabajo y de destino.

Ante este poderoso factor de integración nacional y social, ¿qué es lo que constatamos ahora, al observar el curso de los acontecimientos mundiales? Pues constatamos que hay dos evoluciones simultáneas que modifican en gran parte esa estructura social de las naciones. Por una parte, el derecho del trabajo (que tanto ha costado adquirir) se convierte en derecho al trabajo, derecho a un trabajo decente, como pone de relieve la OIT. Pero, ante el subempleo masivo de millones de personas, la prioridad absoluta de los gobiernos, sea cual fuere la región del mundo, es propiciar la creación de empleos antes de tratar de protegerlos.

En nuestros países en desarrollo, las políticas de ajuste estructural para aligerar la carga de la deuda a veces suponen un revés para el empleo en el sector público. Un revés no compensado por la generación de empleos en el sector privado, aún embrionario en muchos países. Por otra parte, hemos entrado en una nueva época de la organización de las empresas, que se funda en la flexibilidad de la producción y del trabajo. El fenómeno -- irreversible e invasor -- de la mundialización deja en manos de las fuerzas del mercado el derecho social y el derecho del trabajo, sobre todo el sistema de protección colectiva y los dispositivos de lucha contra la desigualdad. Además, se produce una brecha creciente entre el poder económico mundializado y el poder político, limitado a sus fronteras nacionales, de suerte que los principales actores del desarrollo se sustraen cada vez más al control democrático.

Cuando se pone en entredicho la soberanía de los Estados respecto a muchos asuntos económicos y sociales, ello no puede por menos de inquietarnos. Creo que esta Conferencia debe afirmar sin ambages que algunos ámbitos deben quedar bajo la autoridad de las normas promulgadas por los poderes públicos, nacionales o internacionales, porque de lo contrario se sustraerían grandes sectores de la vida social al dominio colectivo y quedarían muy degradados.

No se trata de volver atrás sobre los principios de la mundialización (a cuyos frutos tienen todos derecho a aspirar) sino de adoptar un nuevo marco de regulación para que la reivindicación de la justicia social y de solidaridad halle una respuesta adecuada en términos de emancipación humana a escala planetaria.

Estas orientaciones abren importantes pistas de reflexión, en las que habrá que hacer gala de imaginación para situar al hombre en el centro, como la finalidad misma de una economía que es cada vez más abstracta y descarnada, tanto más cuanto que el trabajo está cambiando de sentido y las calificaciones exigen unas competencias que generan nuevas desigualdades.

Los países africanos quieren inventar unos modelos de desarrollo adaptados a su grado de progreso, a su entorno y a su cultura. Esta necesidad implica una reflexión profunda y anticipada antes de elaborar este modelo de desarrollo duradero. Además esos países deben tener en cuenta las reformas estructurales, cuya dureza se traspone a un creciente subempleo.

Estos países deben fortalecer su cohesión en el diálogo, de acuerdo con las instituciones de Bretton Woods que, dicho sea de paso, podrían ser más abiertas y democratizarse más para comprender mejor las realidades vivas que se producen en terrenos diversos y diferenciados.

En nuestros países en desarrollo, el trabajo independiente ha sido siempre una forma predominante de organización de la economía. Quien no conozca el formidable espíritu empresarial de los africanos no conoce Africa; esa voluntad de hacer cosas, que es lo que produjo el sector no estructurado, es una fuerza que habrá que aprovechar para alcanzar la evolución apetecida, porque el empleo se va desplazando hacia pequeñas unidades y las grandes sociedades estallan y se fragmentan, por lo menos cuando no se unifican en las megafusiones.

Las nuevas tecnologías y la mundialización ante una demanda en constante evolución, la presión de la competencia y también un deseo del ser humano de estar menos sometido a reglamentaciones, todo se va conjugando para imponer una manera distinta de trabajar, para dar más cabida a los servicios y al empleo por cuenta propia. El concepto de empresa por cuenta propia tiende a reemplazar paulatinamente al de pleno empleo, tan apreciado por los Estados.

Por lo tanto, las soluciones hay que buscarlas en el ámbito de la empresa individual, para lograr una participación efectiva de los países del Sur en el desarrollo mundial. Sin embargo, la creatividad de la iniciativa individual no debe excluir la asociación a la hora de apelar a solidaridad y complementariedad. Son estas realidades las que pueden estimular y apoyar de manera duradera la modernización de nuestros países, la organización de unas estructuras económicas más eficaces, y la multiplicación de las microempresas y de las pequeñas y medianas empresas, así como responder adecuadamente a las exigencias del mundo del trabajo en una economía mundial sin fronteras. Eso presupone analizar y completar las disposiciones del Código del Trabajo para adaptarse dinámicamente, a la nueva organización: la empresa; eso presupone elaborar una reglamentación que garantice una protección social de calidad para el trabajador independiente.

Esta Conferencia debe contribuir a descubrir las zonas no exploradas del derecho laboral, más allá de los ámbitos tradicionales del trabajo asalariado. Este quehacer en favor de la empresa individual no sólo requiere una reglamentación pública mundial sino también integrarlo a una nueva visión del desarrollo, compartido por las sociedades humanas, con una ética que aúne la democracia, la mundialización, la solidaridad y la justicia en un ideal común de progreso para todos y de felicidad para cada uno.

Todo esto resulta indispensable, porque el nuevo universo económico excluye a quienes no le convienen. En nombre de la productividad y de la rentabilidad financiera, en nombre del lucro, no puede haber una política radicalmente nueva en favor del empleo y de la renovación del pacto social del trabajo sin crecimiento, sin formación, sin integración regional de los espacios económicos demasiado reducidos, y sin una nueva rehabilitación y legitimación más intensas de los poderes públicos. Me atrevo a profesar mi fe en la validez de estas ideas sencillas, y no por ingenuidad, sino por experiencia.

Creo que el crecimiento económico debe ser apoyado, pero no perdamos de vista que el crecimiento más intenso no bastará para resolver los problemas vinculados al desempleo; esa es la razón por la cual habrá que llevar a efecto una estrategia que presupone cumplir estrictamente cinco condiciones fundamentales: no ser inflacionista; proteger el poder adquisitivo de los asalariados, es decir, fomentar el consumo; financiar las inversiones sociales a cargo de los beneficios de las empresas; mantener el equilibrio económico y ecológico, y apoyarse en un contrato social que movilice el mundo del trabajo con métodos dialogantes y democráticos.

Los países que han llevado a cabo unas inversiones suficientes en el ámbito de la educación, son los que tienen el mayor índice de expansión. Todo progreso en materia de educación va a ser, a la larga, un factor de aceleración del desarrollo. En Côte d'Ivoire la educación absorbe más del 40 por ciento del presupuesto nacional, pero el problema estriba en reorientar la enseñanza hacia una mayor profesionalización, y en ese sentido trabajan ya los actores del sistema en Côte d'Ivoire pese a lo módico de los recursos disponibles.

La modernización de la actividad productiva no sólo exige capitales e inversiones tecnológicas, sino que requiere la participación del intelecto humano de los hombres que trabajan para mejorar la formación profesional en estrecha cooperación con el mundo empresarial.

Detrás de la evolución industrial, se van perfilando transformaciones importantes, muchos creadores de empresas se hallan ante unas responsabilidades que exigen un nivel de conocimientos y de capacidad en derecho comercial, contabilidad, gestión informatizada, derecho laboral, fiscalidad, seguridad social y, lo repito una vez más, en la utilización de los instrumentos informáticos, todo lo cual supone una formación continua y constantemente actualizada. El auge de los servicios y la complejidad mayor de la organización social, tienen tendencia a desarrollar necesidades y calificaciones que giran más en torno a la aptitud para las relaciones humanas en el ámbito creciente de las actividades de información, de acogida, de organización y de servicios. En definitiva, surgen nuevas actividades que son verdaderas minas de empleos que tenemos que promover.

La capacidad de cada nación para salir airosa de la batalla del empleo dependerá en gran medida de su actitud para comprender lo que cambia, y de la movilización de energías para evitar los bloqueos. La resistencia a los cambios y reformas por medio de huelgas indefinidas o salvajes, a veces con violencias, destrucciones y saqueos; ése es el peor enemigo del empleo y de los trabajadores.

En Africa intentamos nosotros reunir a los pueblos, pero no hacerlo a través de la guerra o la fuerza. En nuestro continente hay vastos espacios económicos que se prestan bien a la acción colectiva y a la cooperación a la hora de crear complementariedad y solidaridad.

La evolución hacia la integración económica regional no se puede contemplar exclusivamente bajo una óptica meramente liberal, y la construcción de Africa tampoco puede reducirse sólo a las promesas del mercado. Hay que construir la integración regional, dando un máximo de privilegio al crecimiento, al empleo y al desarrollo social y humano. La armonización social y jurídica de nuestros Estados presupone también una armonización social. Con este espíritu, los africanos deberán proseguir en sus esfuerzos para buscar soluciones a los problemas de las migraciones unidireccionales de la población hacia las zonas del litoral. Lo digo para demostrar cuán necesario es para un país tener una política de cooperación internacional. Una política de aportación a las inversiones, de acceso a los mercados exteriores y de transferencia de conocimientos y de tecnología. Todas estas observaciones mías están directamente vinculadas con la estrategia mundial de lucha contra la pobreza que están llevando a cabo los países en desarrollo, y sobre todo los países de Africa. Debo decir que, para Côte d'Ivoire, esta estrategia se basa en una acción voluntarista de creación de empleos en el sector de la libre empresa y de las iniciativas individuales.

Nuestra política de inversiones públicas, también encaminada a la creación de empleo, está orientada hacia obras de infraestructura en que se da preferencia a las concesiones al sector privado en los ámbitos de la construcción de viviendas y de las obras públicas para la construcción de aeropuertos, autopistas, puertos, puentes y la ampliación de las redes de telecomunicación y de distribución de electricidad y de agua.

La rehabilitación de los barrios de viviendas precarias, de las pistas rurales, de las viviendas, la electrificación y la hidráulica del sector rural corresponde directamente al Estado.

Junto a la concesión de fondos sociales, el Gobierno otorga préstamos a los que desean emprender actividades para su inserción profesional y social en forma de proyectos tales como las «plantaciones llave en mano» para rejuvenecer y revitalizar a la población rural del país. Estamos fomentando la integración social de la mujer y de los jóvenes, iniciativas que contribuyen a la creación de un conjunto de microempresas y de pequeñas y de medianas empresas que fortalecen el tejido económico en los planos local, regional y nacional.

Existe una verdadera participación en la realización de proyectos individuales y comunitarios a través de estructuras profesionales libremente elegidas por la población, pues ello permite que cada uno tenga su destino entre sus manos, lo cual constituye la esencia misma de la democracia.

Al proceder de esta manera e introducir reformas institucionales, creamos nuevas posibilidades para la adopción de iniciativas en los planos local, regional y nacional, propiciando así la democracia a fin de reducir las desigualdades sociales y regionales.

Es necesario recordar que la identidad de nuestras jóvenes democracias reside en primer lugar en el vigor de sus aspiraciones y en su adhesión a valores universales: acabar con la explotación del hombre por el hombre en los ámbitos nacional e internacional, propiciar el desarrollo de las libertades y de los derechos sociales, velar por la igualdad entre hombres y mujeres y proteger a los niños, aspiraciones todas que hunden sus raíces en valores universales.

Estos valores son los que corresponden a nuestra época, y deben contribuir a transformar la sociedad global a través de la instauración de un nuevo humanismo que sirva de parapeto contra todas las formas de exclusión, pobreza y explotación, y a acabar con las formas más degradantes de la explotación del trabajo infantil.

La Organización Internacional del Trabajo se ha fijado el objetivo de elaborar un convenio que suscriban todos los Estados para que el próximo siglo sea el del respeto efectivo de los niños, seres frágiles que simbolizan el amor y la esperanza.

Mi país comparte este ideal y este nuevo humanismo, y se suma a todos los esfuerzos emprendidos por esta Conferencia para garantizar y proteger los derechos del niño a la educación, a la instrucción, a la emancipación y a su desarrollo teniendo presentes sus puntos fuertes y sus puntos débiles.

Los esfuerzos destinados a poner fin a la pobreza en Africa, a apoyar sus esfuerzos para lograr un desarrollo duradero y de calidad, y a librarla del peso aplastante de la deuda, si cuentan con el apoyo de la comunidad internacional, permitirán crear nuevas riquezas y nuevos empleos no sólo en los países industrializados del norte sino también en los países en desarrollo. Favorecerán la aparición de nuevas formas de solidaridad en un mundo en el que todos los destinos están estrechamente vinculados.

Deseamos para el porvenir del continente africano y de todos los países en desarrollo una política basada en la responsabilidad compartida de todos los actores, responsables empleadores, trabajadores independientes y asalariados y poderes públicos. Una política de diálogo en el marco del tripartismo para lograr sociedades innovadoras, responsables y solidarias en un mundo en el que la justicia social sea para todos el factor más poderoso de emancipación del hombre, la mujer y el niño.

Sirvan estos comentarios, observaciones y propuestas para expresar nuestros motivos de esperanza respecto de los trabajos de esta reunión de la Conferencia, a la que deseamos toda clase de éxitos.


Para mayor información, dirigirse al Servicio de Relaciones Oficiales (REL OFF) al Tel: +41.22.799.7732 or Fax: +41.22.799.8944 o por correo electrónico: RELOFF@ilo.org


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