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Justicia social para las poblaciones rurales significa prosperidad para el planeta

Justicia social para las poblaciones rurales significa prosperidad para el planeta

Con casi la mitad de la población mundial viviendo en zonas rurales, las economías rurales desempeñan un papel importante en la erradicación de la pobreza extrema, el logro de la seguridad alimentaria y la creación de empleos decentes.

Con las políticas adecuadas, las zonas rurales pueden ser lugares atractivos para trabajar y vivir, así como trampolines para un desarrollo inclusivo y sostenible. Para que esto ocurra, debemos colocar la justicia social y el trabajo decente en el centro de los esfuerzos para revitalizar y transformar las economías rurales.

Explore este InfoStory para saber más sobre cómo hacer avanzar la justicia social y el trabajo decente en las economías rurales.

A menudo se pasa por alto el potencial de las economías rurales para crear empleos decentes

Las zonas rurales albergan la inmensa mayoría de la tierra, el agua y otros recursos naturales del planeta. Dado que gran parte de nuestros alimentos se produce en las zonas rurales, éstas desempeñan un papel clave a la hora de garantizar la seguridad alimentaria, sobre todo teniendo en cuenta la creciente demanda de alimentos que conlleva el aumento de la población mundial.

Al mismo tiempo, en las zonas rurales tiene lugar una gran diversidad de actividades económicas, que van desde la agroindustria hasta el turismo y la industria manufacturera. Gracias a la conectividad digital, pueden surgir nuevas oportunidades en las zonas rurales.

Las zonas rurales también tienen una importante contribución que hacer a la transición hacia economías y sociedades sostenibles desde el punto de vista medioambiental. Con la transformación verde, pueden prosperar empleos nuevos y decentes en sectores como la energía limpia y la protección del medio ambiente.

La pobreza y las desigualdades impiden que las zonas rurales desarrollen todo su potencial

A escala mundial, la pobreza sigue siendo abrumadoramente rural

Siete de cada diez personas que viven en la pobreza extrema residen en zonas rurales. Muchos habitantes de las zonas rurales se ven privados del acceso a la sanidad, la educación y un nivel de vida decente.

Dos tercios de los extremadamente pobres se dedican a la agricultura, donde trabaja una parte considerable de los trabajadores rurales, especialmente en los países en desarrollo.

Las desigualdades entre las zonas rurales y urbanas van en aumento

Si no se abordan, existe el riesgo de que una parte importante de la población rural se quede atrás. Esto puede alimentar el descontento y desestabilizar las sociedades.

Además, en algunos países, los trabajadores rurales se enfrentan a lagunas en la gobernanza, a la informalidad, a sistemas de producción poco desarrollados y a un acceso limitado a los servicios, las infraestructuras y la protección social. Además, dada su dependencia de los recursos naturales, muchos medios de vida rurales están directamente expuestos a los impactos del cambio climático.

Todos estos retos perpetúan la creencia errónea generalizada de que "rural" equivale a atraso y aislamiento.

Las tendencias mundiales y las múltiples crisis tienen repercusiones duraderas en las comunidades rurales

Tendencias demográficas y urbanización  

En muchos países, el aumento de la población joven ofrece una oportunidad para acelerar el desarrollo rural, si se aplican las políticas adecuadas para fomentar el acceso de los jóvenes a empleos decentes. Las zonas rurales también han adquirido un papel importante como hogar y acogida de emigrantes y poblaciones desplazadas.

En otros países, la migración de trabajadores a las ciudades, la pérdida de población y el envejecimiento en las zonas rurales se han convertido en problemas estructurales. Sin embargo, las zonas rurales pueden aprovechar el potencial de unos vínculos rurales-urbanos más sólidos, con mayores flujos de bienes y personas, así como de información, finanzas y redes sociales.

Esto puede facilitar la diversificación económica y aumentar las oportunidades de empleo, mejorando al mismo tiempo el acceso a la información, las cualificaciones y los servicios para quienes viven y trabajan en las zonas rurales.

Las ventajas de la tecnología y los efectos de las crisis superpuestas 

La tecnología puede contribuir enormemente a los beneficios económicos, sociales y medioambientales de las zonas rurales. Por ejemplo, la tecnología digital puede ayudar a impulsar la productividad agrícola, así como promover oportunidades de empleo que vayan más allá de la economía agrícola.

Sin embargo, los avances tecnológicos deben ser inclusivos y ayudar a todos los trabajadores y empleadores rurales. Se necesitan soluciones digitales que sean accesibles y asequibles, y hay que dar prioridad máxima a la inversión en conectividad rural y desarrollo de capacidades. 

Los conflictos, el cambio climático y la pandemia de COVID-19 han puesto al descubierto retos preexistentes en las zonas rurales. Uno de ellos es el suministro de alimentos. El mundo no va por buen camino para cumplir el compromiso de acabar con el hambre para 2030, y las economías rurales están sometidas a una enorme presión debido a la crisis alimentaria.

Al mismo tiempo, el potencial transformador de una transición justa en las economías rurales sigue estando en gran medida sin explotar.

Hay que revitalizar las zonas rurales, pero ¿cómo?

Tenemos la oportunidad de aprovechar el impulso para desencadenar un cambio transformador y avanzar hacia economías rurales dinámicas, inclusivas y resilientes.

Para lograrlo, debemos situar el trabajo decente y la justicia social en el centro de los esfuerzos de política. Lo primordial es adoptar un enfoque proactivo centrado en las personas.

Políticas para las zonas rurales que den prioridad a las personas

Las normas internacionales del trabajo, apoyadas por el diálogo social, son fundamentales para la recuperación y revitalización de las economías rurales. Esto requiere un enfoque de la transformación rural centrado en las personas y basado en los derechos que garantice el respeto de los principios y derechos fundamentales en el trabajo.

Entre las principales normas internacionales del trabajo pertinentes para la promoción del trabajo decente en la economía rural figuran el Convenio sobre el derecho de asociación (agricultura), 1921 (núm. 11), el Convenio sobre las organizaciones de trabajadores rurales, 1975 (núm. 141) y el Convenio sobre seguridad y salud en la agricultura, 2001 (núm. 184).

Un mayor diálogo social puede contribuir a sentar una base firme para la prosperidad de las zonas rurales. Se necesitan organizaciones de trabajadores y empresarios, así como gobiernos nacionales y locales, más fuertes para lograr la mejor combinación de políticas para la revitalización rural. Los gobiernos y los interlocutores sociales también pueden desempeñar un papel activo en la promoción de una imagen positiva de las zonas rurales, concienciando sobre su potencial.

Las mujeres y los jóvenes son agentes clave del cambio en las zonas rurales

Para garantizar que las mujeres y los jóvenes de las zonas rurales tengan la posibilidad de expresarse y ser oídos, los procesos de elaboración de políticas deben reflejar mejor sus necesidades, con el  objetivo de generar más y mejores oportunidades de trabajo decente para todos.

Esto es urgente en vista de la creciente demanda de alimentos y de relevo generacional tan necesario en la agricultura y las zonas rurales. La promoción de empleos decentes para las mujeres y los jóvenes en las zonas rurales también debe abordar su sobrerrepresentación en el empleo vulnerable y el desempleo.

La OIT: promover la justicia social y el trabajo decente para las poblaciones rurales

La OIT lleva trabajando en cuestiones rurales desde 1921 a través de numerosos programas, iniciativas y alianzas.

La OIT continúa construyendo sobre estos cimientos ayudando a los gobiernos y a las organizaciones de empleadores y de trabajadores a construir una transformación más resiliente, sostenible e inclusiva de las economías rurales.

Sobre la base de las enseñanzas extraídas de crisis anteriores, podemos anticipar y responder mejor a las posibles consecuencias de las crisis mundiales sobre las economías rurales, y, en el proceso, garantizar que nadie se quede atrás.

De cara al futuro, las políticas para promover la justicia social y el trabajo decente en las economías rurales deberían reflejar  un mundo cada vez más volátil, incierto y complejo, con realidades sociales, económicas, medioambientales y tecnológicas en continua evolución.

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