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Lo pequeño cuenta ahora más que nunca

La COVID-19 ha tenido efectos devastadores en muchas pequeñas empresas en todo el mundo, empresas clave para proveer empleo y medios de subsistencia. ¿Qué medidas cabe adoptar para garantizar su supervivencia?

Opinión | 21 de mayo de 2020
Dragan Radic, Jefe, Unidad de pequeñas empresas de la OIT
Tengo muchos amigos que dirigen su propia pequeña empresa, en Europa, Australia y Asia. Por lo general, se trata de clínicas dentales, restaurantes, pequeñas agencias de viaje y empresas de producción. Todas ellas se han visto obligadas a cerrar.

Sus trabajadores han tenido que hacer frente a una reducción salarial, o a bajas remuneradas o sin paga. Lamentablemente, algunos han sido despedidos, pese a que la mayoría de los gobiernos han adoptado medidas oportunas para mantener las empresas a flote y garantizar el salario de los trabajadores, ya que en muchos casos esta ayuda resultó insuficiente, o llegó demasiado tarde. En todo el mundo se han perdido millones de empleos en pequeñas empresas como consecuencia de la crisis de la COVID-19.

Las pequeñas empresas son muy importantes, tanto en el plano social como en el económico. En 2019 la OIT publicó el informe, Small Matters [Lo pequeño también cuenta], en el que se pone de manifiesto que las pequeñas unidades económicas que emplean hasta 49 personas generan alrededor del 70% del empleo en el mundo. Su contribución al PIB es notable. Ello demuestra que, en efecto, lo pequeño también cuenta.

En una coyuntura normal, muchas empresas de pequeño tamaño tienen enormes dificultades para llegar a final de mes. Gran cantidad de ellas deben afrontar retos específicos en relación con el establecimiento y el mantenimiento de condiciones de trabajo decentes, lo que conlleva una gran dificultad para cumplir con el Programa de trabajo decente y alcanzar los Objetivos de desarrollo sostenible para 2030.

© ILO
Por otro lado, ¿qué sucede con esas unidades económicas, aún más pequeñas, algunas de ellas casi imperceptibles en los planos físico y estadístico? Me refiero a las microempresas y a los trabajadores por cuenta propia. ¿Cuántas de estas unidades económicas se han visto afectadas adversamente, o corren el riesgo de verse afectadas ulteriormente, si esta crisis continúa? ¿La COVID-19 cambiará hacia atrás el ‘reloj de la pobreza’, y pasará de ser una crisis sanitaria y económica a una catástrofe humanitaria?

Para comprender el reto existente, hemos analizado la base de datos utilizada para elaborar el informe Small Matters. A tal efecto, hemos escogido los siete sectores más proclives al cierre de empresas como consecuencia de la COVID-19, incluidos los sectores industrial, hotelero, alimenticio y del comercio minorista. Posteriormente, realizamos varias infografías para representar la incidencia de la crisis a escala mundial por sector económico, región y unidad económica en función del tamaño de esta, y con arreglo al carácter formal o informal de cada entidad.

Del resultado de nuestra labor se desprende que únicamente en esos siete sectores de mayor ‘riesgo’ hay más de 800 millones de personas que trabajan en microempresas o por cuenta propia. La mayoría de ellas, casi 640 millones, desarrollan su actividad en el sector informal (sólo en Asia y el Pacífico, esos siete sectores emplean a más de 300 millones de trabajadores por cuenta propia, de los cuales nueve de cada diez trabajan en el sector informal). También se constata que las mujeres están sobrerrepresentadas en los sectores de alto riesgo y que son más vulnerables.

¿Qué medidas se pueden adoptar?

Además de apoyar a las pequeñas empresas, que son las que más empleo y medios de subsistencia proveen, las políticas gubernamentales deben abordar la situación de los trabajadores por cuenta propia y de las microempresas. Ha de hacerse hincapié asimismo en el sector informal.

Muchos gobiernos tienen dificultad para saber quiénes son los propietarios de las empresas del sector informal y para entablar contacto con los trabajadores de dicho sector susceptibles de precisar ayuda. Casi 1.000 millones de personas en todo el mundo no poseen una tarjeta de identificación oficial, y muchas no tienen cuenta bancaria. El establecimiento de una identidad digital mediante la correlación de información de varias fuentes (por ejemplo, Facebook, cuentas de correo electrónico y tarjetas SIM) permitiría lograr algún avance. La ‘autopresentación’ y la identificación en municipios, centros comunitarios locales y asociaciones podría ser también una solución. Los gobiernos deberían formular medidas políticas adecuadas y sostenibles para satisfacer las necesidades inmediatas en materia de ingresos (en particular, mediante transferencias de dinero temporales, subsidios de alquiler y ayudas para garantizar los ingresos familiares), así como para contribuir a mantener la actividad de las empresas.

Por otro lado, las pequeñas unidades económicas deberían recibir asesoramiento oportuno y sencillo en materia de salud y seguridad, así como equipos de protección personal para evitar la propagación del virus y velar por la continuidad de su actividad.

La ampliación de la cobertura de protección social para incluir a grupos vulnerables, en particular en el sector informal, constituiría un gran avance y revestiría suma importancia, habida cuenta de la coyuntura actual. Ello conllevaría un costo sustancial, pero si se aplicara adecuadamente y se complementara con el apoyo y los incentivos pertinentes, alentaría asimismo a la formalización

Hay que aprovechar esta oportunidad.

No existe una solución única para todo. Con objeto de que sean eficaces, las medidas de apoyo a los propietarios de empresas vulnerables deben formularse sobre la base del diálogo social, en consonancia con las cuestiones de género y las necesidades específicas de cada país.

Corren tiempos difíciles. Las pequeñas unidades económicas, sobre todo las del sector informal, son particularmente vulnerables. Para evitar que esta crisis sanitaria y económica se transforme en una catástrofe humanitaria aún mayor, ¡debemos reconocer que lo pequeño cuenta ahora más que nunca!

Por Dragan Radic, Jefe, Unidad de pequeñas empresas de la OIT