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La industria química prefiere las iniciativas voluntarias en materia de salud, seguridad y medio ambiente

Aunque la industria química es una de las más avanzadas por lo que se refiere a la adopción de códigos de prácticas sectoriales en materia de salud, seguridad y medio ambiente, la credibilidad de estas iniciativas se ve obstaculizada por el escepticismo de la opinión pública y, en general, por la escasa participación de los trabajadores, según un estudio de la OIT preparado para una reunión tripartita de expertos industriales procedentes de 23 países, que comienza sus deliberaciones hoy en Ginebra.

Comunicado de prensa | 22 de febrero de 1999

GINEBRA (Noticias de la OIT) - Aunque la industria química es una de las más avanzadas por lo que se refiere a la adopción de códigos de prácticas sectoriales en materia de salud, seguridad y medio ambiente, la credibilidad de estas iniciativas se ve obstaculizada por el escepticismo de la opinión pública y, en general, por la escasa participación de los trabajadores, según un estudio de la OIT 1 preparado para una reunión tripartita de expertos industriales procedentes de 23 países 2 , que comienza sus deliberaciones hoy en Ginebra.

El estudio de la OIT indica que las iniciativas voluntarias y los códigos de conducta en la industria química están proliferando; aun cuando todavía no se puede formular una valoración definitiva sobre su eficacia, al parecer han tenido hasta ahora «repercusiones positivas en la mejora de la eficacia de las empresas en materia de salud, seguridad y medio ambiente, y ello a nivel de todo el ramo industrial».

El movimiento en favor de las iniciativas voluntarias incluye la adopción de medidas que regulan sustancias específicas, como los revestimientos y los plaguicidas, acuerdos sobre medio ambiente entre los gobiernos y la industria química, y el establecimiento de sistemas de gestión medioambiental mejorados, como los de la Unión Europea y de la Organización Internacional de Normalización.

El informe señala que la iniciativa voluntaria más importante, conocida con el nombre de Conducta Responsable (CR), tuvo su origen en Canadá, en 1985, y ha sido adoptada hasta ahora por unas 40 asociaciones nacionales de fabricantes de productos químicos, a las que en conjunto corresponde el 86% de la producción mundial de dichas sustancias. Aunque los detalles de los programas de «Conducta Responsable» varían de un país a otro, todos establecen principios que los fabricantes y distribuidores de productos químicos han de aplicar a fin de mejorar en forma continua la eficacia de todos los aspectos de la seguridad química, desde la definición de directrices hasta la adopción de logotipos y procedimientos de verificación comunes. Actualmente, uno de los requisitos para afiliarse a las asociaciones empresariales del sector químico de muchos países consiste en suscribir por escrito los principios de Conducta Responsable.

Sin embargo, el informe de la OIT indica que a pesar de los importantes avances y la mejor información pública, «los trabajadores y sus representantes sindicales no están ni suficientemente comprometidos ni bien informados» sobre los programas de CR. El informe agrega que «concretamente, muchas empresas europeas no utilizan» la terminología o la nomenclatura registrada de CR cuando abordan con su personal los objetivos deseables en materia de salud, seguridad y medio ambiente.

Un estudio realizado en el Reino Unido mostró que «la Conducta Responsable se comunicaba en la práctica sólo a nivel de dirección», por lo que había muy «poca motivación entre los trabajadores en general». La Asociación de la Industria Química del Reino Unido reconoce que hay un gran desfase entre la escasa conciencia sobre los principios de la CR, por una parte, y el buen conocimiento de los sistemas de gestión de la salud, la seguridad y el medio ambiente, por la otra. Según esta Asociación, «hay que sensibilizar a los trabajadores y hacerlos participar en las actividades de CR».

El mismo estudio reveló que los principios de Conducta Responsable eran mejor conocidos en Austria, país en el que «se habían llevado a cabo más esfuerzos para comprometer a los trabajadores».

Una encuesta industrial realizada por la Federación Italiana de la Industria Química puso de manifiesto que apenas un 25% de los empleados del sector tienen algún tipo de experiencia en el programa. Otra encuesta reveló que menos del 1% de la población italiana ha oído hablar de la Conducta Responsable.

En cambio, en los Estados Unidos el conocimiento de la CR entre los empleados ha aumentado en forma constante, pasando de 59% en 1993 a 83% en 1997.

Se prevé que los delegados a la reunión tripartita de la OIT, que representan a trabajadores, empleadores y gobiernos, analizarán diversas opciones para dar más fuerza y credibilidad a las iniciativas de Conducta Responsable, principalmente a través del examen de estrategias propicias a aumentar la participación de los trabajadores en la elaboración y la implementación de las políticas en este campo.

En particular, se pedirá a los delegados que consideren «hasta qué punto los trabajadores de la industria química deben y pueden intervenir más estrechamente en las iniciativas voluntarias», y la forma en que los trabajadores pueden contribuir a la eficacia y credibilidad de éstas. Es probable que la mayor parte de las deliberaciones se centren en las medidas de educación y formación necesarias para lograr una mayor participación de los trabajadores y los sindicatos en lo que la OIT describe como una arraigada tendencia del sector.

Nada permite afirmar «que el proceso de Conducta Responsable y de iniciativas voluntarias en materia de salud y seguridad se esté acabando», dice el Sr. Jon McLin, autor del informe y especialista principal de cuestiones industriales de la OIT. «Aunque los reglamentos tienden a concentrarse en evitar las malas prácticas en algunos países, estas iniciativas dan prioridad por lo general a la aplicación de prácticas óptimas a nivel de todo el sector industrial, lo que a la larga pueden contribuir a elevar los niveles hasta valores que nunca se podrían alcanzar con la reglamentación tradicional».

El informe de la OIT muestra que las tendencias predominantes son la intervención estatal, la condena de la opinión pública y, en algunos países, la amenaza de demandas judiciales. Sin embargo, al evitar el aspecto tradicional de «mando y control» inherente a la intervención directa, las empresas bien pueden encontrarse confrontadas a respetar niveles más altos. Con la proliferación de las iniciativas voluntarias se ha producido un efecto de «inflación» de niveles, ya que «cada iniciativa ha generado expectativas y ha ofrecido a los participantes y a los críticos de la industria una plataforma para señalar las limitaciones de las iniciativas voluntarias». Ello ha dado lugar a nuevos esfuerzos para que las iniciativas voluntarias existentes sean más completas, así como a otras iniciativas que abordan cuestiones afines.

Una cosa es segura: las iniciativas voluntarias están cambiando la imagen de la industria química. Entre las innovaciones que menciona el informe de la OIT figuran los programas de divulgación (cada vez más numerosos) destinados a informar a las comunidades y grupos de interés ubicados cerca de las fábricas de productos químicos y a celebrar consultas con ellos. Los grandes fabricantes han ampliado su responsabilidad en materia de salud y seguridad a todo el espectro de producción, desde los proveedores, clientes y distribuidores hasta los utilizadores de sustancias químicas. Gran parte del sector ha comenzado a adoptar el concepto de «servicio del producto», que las empresas aplican desde la fabricación hasta el uso y la eliminación de los productos químicos. Es cada vez más corriente que las empresas, normalmente competidoras entre sí, intercambien información sobre la composición, manejo y eliminación de sustancias peligrosas.

El informe de la OIT destaca también la fragilidad del cambio radical registrado a nivel de las relaciones públicas de la industria química. La inquietud provocada en la opinión pública por las industrias químicas fue intensa a mediados de los años noventa, pero desde entonces esa actitud se ha mitigado paulatinamente.

Sondeos de opinión llevados a cabo por el Consejo Europeo de la Industria Química a mediados de los años 1990 muestran que «a pesar de cierta mejora, las industrias químicas seguían teniendo mala reputación ante la opinión pública». En Bélgica, Francia, Italia, los Países Bajos, España y el Reino Unido «sólo un 39% de una muestra de 7.300 personas emitió una opinión positiva sobre la industria química, comparado con 56% en favor de la industria del automóvil, 74% en favor del sector de la alimentación y 80% en favor de la industria de las telecomunicaciones».

Sin embargo, los encuestados convinieron en general en que las empresas químicas estaban informando al público de manera más objetiva y abierta, y que desplegaban mayores esfuerzos que en el pasado para controlar la contaminación.

El informe de la OIT cita un sondeo de opinión llevado a cabo en 1992 por la Asociación de Fabricantes de Productos Químicos de Estados Unidos (CMA), en el que «la industria química obtuvo sólo un 25% de opiniones favorables», situándose incluso por debajo de la industria nuclear, que alcanzó un 35%. Sin embargo, ya en 1997 la CMA pudo declarar que se había puesto freno a 25 años de baja continua de opiniones favorables sobre las industrias químicas, en parte gracias a una campaña de relaciones públicas que destacó los logros de la industria en materia de salud, seguridad y protección ambiental.

1 Las iniciativas voluntarias que tienen consecuencias para la formación y la educación en materia de seguridad, salud y medio ambiente en las industrias químicas . Informe para el debate de la Reunión tripartita sobre las iniciativas voluntarias que tienen consecuencias para la formación y la educación en materia de seguridad, salud y medio ambiente en las industrias químicas. Oficina Internacional del Trabajo, Ginebra, 1999. ISBN 92-2-311352-0. Precio: 17,50 francos suizos.

2 Alemania, Argentina, Armenia, Brasil, República Checa, China, Dinamarca, Egipto, Estados Unidos, Hungría, India, Italia, Japón, Marruecos, México, Nepal, Noruega, Países Bajos, Pakistán, Reino Unido, Federación de Rusia, Sudáfrica y Turquía.