Galería de fotos - Día Internacional del Migrante
Un día en la vida de un trabajador migrante
Para celebrar el Día Internacional del Migrante el 18 de diciembre, la Red para la Gobernanza de la migración (MAGNET) de la Oficina Regional de la OIT para los Estados Árabes se asoció con las fotógrafas Leila Alaoui y Nadia Bseiso para hacer un seguimiento de los trabajadores migrantes no árabes en el Oriente Medio que ponen su poco tiempo libre al servicio de sus comunidades. Las fotos, tomadas en Líbano y Jordania, ilustran cómo estos migrantes cocinan, hacen deporte, oran, se organizan y aprenden el uno del otro para mejorar sus vidas y defender sus derechos.
Reportaje gráfico: Trabajadores migrantes en Jordania y Líbano
En todo el mundo, muchos trabajadores migrantes están privados de sus derechos fundamentales en el trabajo, incluso de su día de descanso semanal. En el Oriente Medio, algunos trabajadores migrantes no pueden salir del lugar donde trabajan y muy pocas veces tienen la oportunidad de encontrar a otros trabajadores conterráneos. En este reportaje gráfico, la OIT da la palabra a mujeres y hombres inspiradores que decidieron invertir su tiempo libre para ayudar a los otros migrantes a ejercer su derecho al trabajo decente, dondequiera que se encuentren.* Los nombres completos de los trabajadores en este reportaje gráfico no fueron revelados porque así lo solicitaron.

Rose de Camerún con su ahijada en los brazos en un suburbio de Beirut, Líbano. Desde hace 15 años ha estado empleada como trabajadora doméstica. Aunque en Líbano aún no existe una organización formal de trabajadores domésticos, Rose es uno de los miembros fundadores del Comité de Trabajadores Domésticos de Líbano, el primer organismo de la región árabe que representa a los trabajadores domésticos, creado con el apoyo de la OIT y de la Federación Nacional de Empleadores y Trabajadores de Líbano.
© Leila Alaoui / OIT

Del total de la población activa estimada en 1,45 millones de personas en Líbano, entre 150.000 y 220.000 son trabajadoras domésticas migrantes, según las estimaciones de diversas fuentes institucionales para 2012. Debido a la naturaleza de sus contratos de trabajo, muchas están confinadas en los hogares donde trabajan, y difícilmente se integran en las comunidades donde viven. Rose – una de las trabajadoras domésticas migrantes que tiene la suerte de disponer de un día de descanso – participó en una formación en noviembre 2014, en el marco de un proyecto dirigido a promover la integración y la diversidad cultural, ella se especializó en la preparación de comida casera camerunés para venderla en el mercado de Beirut.
© Leila Alaoui / OIT

Rose posa en un mercado de productos agrícolas de Beirut, Líbano, donde vende los platos tradicionales de comida casera camerunés que prepara. “Aprendí a cocinar de mi madre”, explicó Rose. “Me encanta que los libaneses prueben mi comida.” Una parte del dinero proveniente de la venta es destinado a financiar el trabajo del Comité de Trabajadores Domésticos Migrantes.
© Leila Alaoui / OIT

Rahel, una trabajadora doméstica etíope, también forma parte del Comité de Trabajadores Domésticos. Ella comenzó a ayudar a sus compatriotas etíopes de todas las maneras posibles muchos años antes de que fuese creado el Comité. “Un día una mujer se presentó a mi puerta, estaba muy enferma, tenía tuberculosis”, recuerda. “Mi empleador, que es muy solidario, me ayudó a encontrar un hospital para ella.”
© Leila Alaoui / OIT

Aún cuando no puede resolver inmediatamente los problemas de sus colegas, Rahel (a la izquierda) escucha a las mujeres etíopes recién llegadas y les ofrece la posibilidad de expresar sus problemas. Ella pasa la mayoría de sus domingos con mujeres que viven la experiencia, con frecuencia traumática, de ser una trabajadora doméstica en un país extranjero.
© Leila Alaoui / OIT

Cineasta principiante, Rahel usa las historias que escucha de las trabajadoras domésticas migrantes en Líbano para hacer películas sobre su difícil situación. En todo el mundo, muchos trabajadores domésticos pueden ser víctimas de la explotación y del abuso físico, sexual y psicológico a manos de sus empleadores así como de las agencias de contratación privadas.
© Leila Alaoui / OIT

Una trabajadora doméstica ceilandés, budista, reza en la Iglesia San José de Beirut. En Líbano, los budistas ceilandeses no tienen su propio templo, desde hace 14 años la Iglesia les presta un espacio para practicar su fe. El trabajo doméstico está excluido de la ley de Trabajo libanesa y los trabajadores migrantes no tienen derecho a la misma protección que los otros trabajadores. Aunque la ley libanesa reconoce a los trabajadores domésticos el derecho a un día de descanso semanal, muchos trabajadores no están informados de este derecho y, con frecuencia, tienen que negociar individualmente sus días de vacaciones y las horas de trabajo diarias con el empleador.
© Leila Alaoui / OIT

“Estas mujeres sienten mucha tristeza”, dice una de los trabajadoras domésticas budistas que se encuentra en un templo improvisado en Beirut, Líbano. “Tratamos de ayudarnos recíprocamente para superar nuestra tristeza. Nuestra vida es muy difícil, extrañamos a nuestras familias.” A la mayoría de las trabajadores domésticos se les permite regresar a su país para visitar a su familia sólo cada dos o tres años. Con frecuencia, los empleadores también establecen cuando los trabajadores pueden llamar a sus hogares, sobre todo cuando los empleados no están autorizados a abandonar la casa donde trabajan.
© Leila Alaoui / OIT

Trabajadoras domésticas budistas, provenientes de Sri Lanka, aprovechan su día libre para degustar los platos tradicionales de su país después del rezo. Dado que muchos trabajadores domésticos migrantes con frecuencia no tienen la oportunidad de socializar con las comunidades en las cuales viven, son pocas las ocasiones de intercambio cultural e integración. El último domingo del mes, a todas las personas que van a la Iglesia San José de Beirut se les ofrece un plato de comida tradicional ceilandesa como una prenda de intercambio cultural.
© Leila Alaoui / OIT

Fernando (a la izquierda) es un oficinista proveniente de Sri Lanka que vive en Líbano desde hace 15 años. En su tiempo libre, organiza todas las semanas un partido de críquet para los trabajadores domésticos migrantes. “No es fácil formar un club de críquet y reunir a todos los equipos todas las semanas”, admitió. “Pero nos encanta este juego; es parte de nuestras vidas de trabajadores migrantes y es así como disfrutamos nuestro tiempo libre”. Fernando mantiene a su esposa y sus dos hijos en Sri Lanka y sólo puede ir a visitarlos una vez cada dos años según los términos de su contrato de trabajo.
© Leila Alaoui / OIT

Un torneo de críquet en Líbano, organizado por los trabajadores migrantes en el verano 2014, en el cual participaron 20 equipos de Sri Lanka, Bangladesh y Pakistán, países desde donde proviene gran parte de la fuerza de trabajo migrante no árabe. Líbano, como la mayoría de los países árabes, organiza la migración de los trabajadores en el marco del sistema kafala o de patrocinio. El sistema vincula el derecho de los trabajadores migrantes a residir y trabajar en el país para un sólo empleador. Este sistema puede exponerlos al trabajo forzoso. La OIT ha exhortado a los Estados miembros a reformar el sistema kafala.
© Leila Alaoui / OIT

En Líbano, el club de críquet de trabajadores migrantes no sólo reúne a la comunidad de trabajadores para jugar y divertirse, también funciona como cooperativa informal. Los miembros de los equipos contribuyen con una cuota a la creación de un fondo común que actúa como una forma de protección social. Los miembros pueden retirar una suma de dinero cuando se presenta una emergencia económica.
© Leila Alaoui / OIT

En el otoño 2014, miembros de la comunidad filipina en Amman, Jordania, interpretan un baile tradicional para celebrar el primer aniversario de la Organización de filipinos unidos, un colectivo informal de migrantes filipinos que viven en Jordania. Aunque Jordania ratificó el Convenio sobre la libertad sindical y la protección del derecho de sindicación, 1948 (núm. 87), la voz de los trabajadores migrantes pocas veces está representada en los sindicatos. En Jordania aún no existen cooperativas u organizaciones formales que apoyen a los migrantes.
© Nadia Bseiso / OIT

Evangeline, Presidenta de la Organización filipinos unidos, contó que se inspiró en su madre, una de las primeras mujeres en representar a la comunidad a nivel municipal en Filipinas, para crear la organización. Evangeline, antes de establecerse en Jordania, viajó a muchos países con la familia para la cual trabajó por unos 20 años. Al percibir que había un vacío de representación de la comunidad filipina en Amman, ella tomó el ejemplo de su madre para movilizar a los miembros de la comunidad y fundar la organización en Jordania.
© Nadia Bseiso / OIT

Miembros de la comunidad filipina celebran la ceremonia de clausura de la temporada deportiva en Amman. Una de las principales iniciativas de la Organización filipinos unidos (UFO en inglés) en Jordania es formar equipos deportivos para fortalecer las relaciones comunitarias. Cada uno de los 500 equipos tiene un representante que rinde cuentas a los miembros con mayor jerarquía dentro de la UFO.
© Nadia Bseiso / OIT

Arshad juega con sus nietos en su casa en Al Zarqa, Jordania. Él migró hacia Jordania desde Pakistán hace más de 25 años para trabajar en una fábrica de la confección en una de las Zonas Industriales Cualificadas (ZIC) del país. Desde entonces, se casó con una mujer jordana y dejó el empleo en la fábrica para trabajar a tiempo completo en el Sindicato general de trabajadores de la confección. A partir de 2010, los trabajadores migrantes fueron autorizados a afiliarse a los sindicatos existentes en Jordania.
© Nadia Bseiso / OIT

Arshad juega con sus nietos en su casa en Al Zarqa, Jordania. Él migró hacia Jordania desde Pakistán hace más de 25 años para trabajar en una fábrica de la confección en una de las Zonas Industriales Cualificadas (ZIC) del país. Desde entonces, se casó con una mujer jordana y dejó el empleo en la fábrica para trabajar a tiempo completo en el Sindicato general de trabajadores de la confección. A partir de 2010, los trabajadores migrantes fueron autorizados a afiliarse a los sindicatos existentes en Jordania.
© Nadia Bseiso / OIT

Aún durante el almuerzo tradicional de los viernes, día oficial de descanso en Jordania, el teléfono de Arshad no deja de sonar. Como representante del Sindicato general de trabajadores de la confección, los trabajadores migrantes lo llaman constantemente para presentarle las quejas que después transmite a los empleadores. Su posición de intermediario entre la dirección y los trabajadores significa que defiende el derecho de los trabajadores a un salario mínimo, horas de trabajo justas, días de ausencia por enfermedad y días de vacaciones.
© Nadia Bseiso / OIT

Las fábricas de la confección de Jordania están situadas dentro de 14 Zonas Industriales Cualificadas, cada una de las cuales contiene un número de fábricas así como viviendas-dormitorio (al fondo) para el personal. Creado inicialmente en el marco de Better Work Jordania, un proyecto conjunto de la OIT y la Corporación Financiera Internacional, el Centro Al Hassan está situado en los suburbios polvorientos de la ciudad de Ramatha, a 70 kilómetros al norte de Amman, la capital de Jordania. El Centro ofrece servicios a unos 30.000 trabajadores migrantes que viven y trabajan en la zona. Alrededor de 80 por ciento de los trabajadores de la zona son migrantes provenientes del subcontinente asiático, sobre todo de India, Sri Lanka y Bangladesh.
© Nadia Bseiso / OIT

En la cantina del Centro Al Hassan en Ramtha, Jordania, una pareja de Sri Lanka utiliza los servicios Internet para hablar con su familia y amigos que viven en el exterior. El Centro pone a disposición de los trabajadores un espacio para el esparcimiento y ofrece una serie de servicios y actividades. El Centro, primero en su género en el país, se ha convertido rápidamente en una parte integral de la vida de muchos trabajadores migrantes desde que abrió en octubre 2013.
© Nadia Bseiso / OIT

Trabajadores migrantes hacen ejercicio en el gimnasio del Centro Al Hassan. Aún cuando 60 por ciento de los trabajadores de la industria de la confección son mujeres, los hombres también migran para trabajar en el sector. “Me muevo muy poco durante las horas de trabajo, sólo para ir a la cantina o al baño”, explicó Indika, un ceilandés de 29 años quien va todos los días al gimnasio del Centro. “Pero desde que abrió el Centro, todo ha cambiado.”
© Nadia Bseiso / OIT

Las clases de baile son una de las actividades más populares del Centro Al Hassan para los trabajadores de las zonas industriales. Abierto cinco noches por semana y todo el día los viernes, día feriado en Jordania, el Centro se ha convertido en una destinación popular para los trabajadores migrantes de diversas nacionalidades; juegan críquet, practican yoga, usan Internet, admiran las exposiciones de arte y se reúnen para celebrar los eventos nacionales y religiosos. El Centro ofrece además asesoramiento legal y apoyo sindical.
© Nadia Bseiso / OIT

Sandra asesta un puñetazo durante un curso de autodefenza en el Centro Al Hassan. Sandra dejó Myanmar para ir a vivir a Jordania motivada por un afiche que promocionaba oportunidades de trabajo para las mujeres birmanas en la industria textil. Ella renunció a su empleo en la fábrica y actualmente trabaja a tiempo completo en el Centro. Después de haber observado un incremento en los casos de acoso, abuso sexual y hasta de violación entre sus compatriotas, comenzó a organizar cursos de autodefenza y reuniones de sensibilización en el Centro.
© Nadia Bseiso / OIT

Sandra (al centro), una ex trabajadora de la industria de la confección, hoy día trabaja a tiempo completo impartiendo clases de informática en el Centro Al Hassan. Como muchos de los trabajadores que asisten a sus clases provienen de diferentes países, los ex alumnos la ayudan a traducir sus lecciones en una gran diversidad de idiomas para adaptarlas a todas las nacionalidades, provienen de Sri Lanka, Bangladesh, India, Madagascar, Myanmar y de muchos otros países.
© Nadia Bseiso / OIT

Sandra adoptó a Nana, una perrita callejera que encontraron vagando en las afueras del Centro Al Hassan. Desde entonces, son inseparables: Nana sigue a Sandra a todas partes.
© Nadia Bseiso / OIT